martes, julio 29, 2008

They're trying to make me go to Rehab...

Una de las cosas de las que siempre me he envanecido es la gran cantidad de amigos con la que cuento. En realidad, para mí ellos son también mi familia; salvo por contadas y muy honrosas excepciones, ellos se han quitado la camisa más de una vez para dármela mucho más que gente que resulta consanguínea.

Agradezco mucho poder seguir conociendo gente maravillosa que sé (y espero) estarán presentes en mi vida por largo rato, al menos. Pero también están aquellos que han estado demasiado. Ellos han vivido todo conmigo. Saben mis andanzas, mi forma de pensar, me han secado las lágrimas y hasta han organizado verdaderos operativos estratégicos para sacarme de algún problemilla, ya sea poniéndome un grupo de personas dispuestas a moverse a mi señal u organizando planes de mudanza y escape.

A mi grupo de la prepa, a quienes llamo “el grupo de Apoyo”, tengo ya de conocerlos más de 10 años. Solíamos ser, al menos, el grupo base compuesto por 5 amigas, más agregados culturales que eventualmente hacían intermitentes apariciones en las aventuras. Como aquélla canción de los perritos, para mí de los 5 que existían, ya nomás quedan 3, incluyéndome.

Las cinco solíamos ir siempre juntas de un lado para otro. Cuando salimos de la prepa establecimos la buena costumbre de vernos una vez a la semana al menos. Así fuera vernos para fumar un cigarro y platicar unos 10 minutos, no se faltaba a la reunión. Así fue semana con semana por casi 5 años.Ya después, hace como 2 años, Elsa y Lady Red tuvieron alguna serie de malentendidos de “líos de pantalones” y se dejaron de hablar por largo rato. Así que, aunque cada quien tuvo la oportunidad de continuar la amistad con ambas por cuerda separada, Elsa salió de la usual convivencia de el grupito. Después los malentendidos fueron arreglados por voluntad de las involucradas. De forma media forzada, ahora se vuelven a encontrar en algunas ocasiones, pero aquello nunca volvió a ser lo mismo.

Tiempo después, sobrevino el incidente del “Cuchitril Gate”, evento por el cual, tuve que solicitar a las otras 2 integrantes del grupo que no me juntasen con Charms Wannabe. A ellas, aquél incidente no les pareció tal alarmante para que yo tomase semejante resolución, de hecho, hasta se molestaron por mi petición y aún a la fecha, hay momentos en los que tratan de que le hable nuevamente. De cualquier manera, terminaron entendiendo que, sin importar lo que ellas opinasen, no había ya marcha atrás.

Para mí, desde entonces el famoso grupo de apoyo se redujo a 3 personas: Lady Red, Poniatos y yo. Como era evidente, este giro en el camino dio lugar a encuentros mucho más espaciados y redujo los temas de conversación, pues nadie se sentía cómoda si se mencionaba “ese” otro tema.

Las cosas ya tampoco fueron iguales. Cada vez pasa más tiempo sin que nos veamos y pareciera que a nadie le importa realmente. A veces, creo que no es más el curso de la vida el que nos complica seguir tan unidas como antes, pues evidentemente, cada quien tiene sus ocupaciones, sus otros amigos, su familia y sus parejas muy formales (soy la única sin novio). También he llegado a pensar que de alguna manera, aún no han encontrado la perfecta absolución para aquélla persona que una vez más cuarteó al grupito feliz (entiéndase que fue Profana la malvada que decidió mandar a la chingada a Wannabe). Probablemente sólo sea que mi ondita ya no les parezca tan graciosa y ellas buscan ahora algo distinto a lo que yo quiero para este momento de mi vida. Claro que ya también me han aventado el rollo de "es que te la pasas en el desmadre y en las pedas" (chale, me siento como Amy Winehouse) y dicen estar legítimamente agobiadas, porque, por lo pronto, no tengo planes de tener una pareja formal, ni casarme, ni tener hijos, ni la vida de Stepford Wife feliz con la que debería soñar (y que parece ellas sí buscan).

Lo cierto, es que todo esto me trae sacada de onda. Aunque suene excesivamente cursi, siempre pensé que hay cierta gente con la que envejecería, y que desde luego, yo sería el testigo de su vida. Hoy dudo sobre la viabilidad de esas esperanzas. Y no me es fácil.

martes, julio 22, 2008

Por no dejar...

Probablemente no te enterarás. Dudo que desde donde estás puedas accesar a este medio.

Sólo por dejar constancia, aunque no lo leas...

FELIZ CUMPLEAÑOS, mi cosa hermosa!!!

lunes, julio 14, 2008

De embarazosas moralidades

Cuando me salí de la casa familiar hubo mil teorías respecto de mi decisión. Como vengo de una familia más o menos conservadora, evidentemente, nadie dio por cierto que lo que yo quería era simplemente vivir sola. Algunos dieron por hecho que me fui a vivir con mi entonces novio, porque al muchacho no le veían intenciones de casarse; otros apostaron porque seguramente estaba embarazada y preferí huir antes de que se supiera la inminente ( y desafortunada) verdad. Así como esas, mil patrañas de las que me enteraba por pláticas con mis primos, mi hermano, mi abuela y una tía que apoyó mi desición.

Dentro de mis más acérrimos perseguidores, se encontraba un hermano de mi madre, el Tío Bank, quien no obstante encontrarse verdaderamente lejos de ser un modelo de la vida más correcta, aprovechaba cualquier ocasión para tirarme piedras, aún viviendo en el nido familiar.

Tío Bank era un borrachales desde joven. Después, embarazó a una de sus novias, con la que no tuvo otro remedio que casarse cuando repitió la hazaña; ya la tercera de sus hijas, nació dentro del matrimonio. No obstante, seguí siendo un borracho y como entonces le iba muy bien económicamente, se dio el lujo de tener una amante de la que toda la familia se enteró. Recuerdo que alguna vez llegó a la cena de navidad ahogado de borracho exigiéndole a su hijo que lo llevara a ver mujeres a un table dance (jajaja, qué divertida fue la navidad ese año). Después de que le metieron un balazo en alguna borrachera, decidió acercarse a Dios, casi al grado de fanático, pues llevaba su biblia para todos lados y aprendió a responder casi a cualquier cosa con alguna cita de dicho libro. Toda su familia entonces parecía sacada de cuadro de beatos. Ellos y sólo ellos eran perfectos.

Fue entonces, cuando su suficiente calidad moral les hizo jueces de lo que era bueno o no. Las observaciones a mi persona fueron miles. Aquí, algunos ejemplos:

Crítica: Profana es bien huevona porque no ayuda a su mamá en los quehaceres hogareños. Eso está muy mal.
Mi respuesta: Ejem, si, pero yo trabajo medio día de 9 a 3 y estudio el otro medio día de 4 a 10. No estoy en la casa, por lo que no ensucio y los fines lavo mi ropa, plancho y recojo mi cuarto (que tampoco está tan sucio porque nunca estoy). Ojalá yo pudiera ser como tu hjija, mi prima Oris, quien trabaja de 8 a 12, quien ayuda a su mamá a lavar los platos que la chacha que tienen no lavó porque todavía no habían comido cuando ella se fue.

Crítica: Ay, es que Profanita es una fresa de lo peor. Cómo puede ser que toda su ropa sea de “marca” y que nada más le guste estar yendo a lugares carísimos.
Mi respuesta: Claro, soy una fresa de mierda. Si, me gusta vestir bien e ir a lugares de moda, pero todo eso me lo pago yo. Mis padres no me sufragan esos gastos. Cosa que no se puede decir de Oris, quien trae ropa mucho más cara que yo, que por cierto, ustedes pagan, y que tiene un clóset del doble de tamaño del mío. Ah, por cierto…. Eso sin contar que yo traigo un Tsuru más austero que nada; y su nenita trae un coche del año, asientos de piel, todo eléctrico y automático; pero ella no es fresa!

Crítica: Uff, es que Profanita no pasa nada de tiempo en familia. Eso está muy mal. Nuestros muchachos y nosotros siempre vamos juntos a todos lados.
Mi respuesta: Me pregunto por qué podría ser eso?? Será porque no es muy grato que lo estén criticado a uno??? No, qué va, es una delicia escuchar sus opiniones. Vamos, no es tan grave: Supongo que es una etapa propia de la edad, ya se pasará seguramente.

Cuando la mayor de sus hijas tenía quince años, se embarazó de sujeto desconocido. Después se casó con otro hombre, quien la terminó obligando a atender un puesto de jugos callejero (no obstante, el tío bank tenía buena posición económica).

Después, el hijo de en medio, poco antes de acabar la carrera, corrió con la misma suerte. Embarazó a la novia y tuvo que casarse con ella. El trabaja, a ella le dio más flojera esto de laborar y se dedica “al cuidado de la casa”, eso sí, exigiendo sirvienta, porque en la mañana, ella tiene que irse al gimnasio y no le da tiempo de todo.

Cuando me fui a vivir de la casa, la prima Ori era la única que vivía con ellos, y desde luego, la más criticona por ser entonces, la esperanza de esa familia, e intachable. Ella es más grande que yo, pero supuestamente, jamás había tenido un novio ni nada de nada, según esto, porque le daba asco siquiera la idea de besar en la boca a alguien y combinar gérmenes (obvio, jamás tomaba de un vaso del que ya alguien había tomado). Era la niña que iba de la casa al trabajo y viceversa, cero parrandas, cero amigotes. Ah, y claro, vivía pegada de su mamá.

Desde luego, con respecto a mi partida, ella era de las que apoyaba la teoría de mi estado de espera. Alguna vez le mandé decir con otra prima que si eso pensaba ella, tuviera la bondad de organizarme un baby shower.

Todas las teorías se disiparon después cuando empecé a ver a mi familia nuevamente y vieron que ni bebé, ni unión libre. Estaba sola y contenta, no más-.

A finales Noviembre del año pasado, recibí una llamada de Oris. El motivo de la llamada, era la invitación a su boda. La pregunta obvia era con quién se casaría cuando jamás se le había conocido novio. Me comentó que apenas tenía 6 meses de andar con él. Se habían comprometido en Septiembre. -¿Para cuándo la boda entonces?- pregunte. La respuesta fue: a mediados de diciembre, explicando inmediatamente que la premura era porque verdaderamente estaban muuuy enamorados y querían hacerlo lo antes posible. Acto seguido, hizo la pertinente y dudosa aclaración –Pero no estoy embarazada, eh!-. Quedé regresar la llamada para confirmar. Explicación no pedida…..

No pude asistir a la boda, ni verlos en otra ocasión, pero justo 15 días después de la dichosa boda, la feliz pareja dio la noticia de estar esperando a su primogénito. –Vaya, qué exactitud de muchacho y qué rapidez para detectar el embarazo- pensé entonces. Mis tíos siguieron jurando que ella no estaba embarazada, pero que tuvo la suerte de quedar preñada la mismísima noche de bodas que curiosamente, fue en casa de los recién matrimoniados, pues no hubo luna de miel.(Me pregunto si a mi prima le dará tanto asco besar a alguien en la boca, cómo le habrá hecho para coger???... naaa, ya no le ha de dar tanto asco!! jjejeje)

Hoy me entero por otra tía, que acaban de dar la maravillosa noticia de que el niño nacerá en cualquier momento. Según los papás de Oris, el Ginecólogo le hizo saber que dada la delgada figura de mi prima y el hecho de que el niño ya se encuentra en posición, podría nacer sietemesino… qué cosas!

Yo no sé si creen que somos pendejos, pero nadie les ha comprado el cuento. Me dan ganas de hablarles para mofarme en su cara con mil preguntas que no les dejen mucha salida. Me encantaría decirles lo irónico que resulta que ellos, que tanto me criticaron y que juraron que yo me salí de casa por estar embarazada, terminaran teniendo lo mismo en casa con una tercer hija con domingo siete y a quien mantienen (porque aparentemente, el marido no vive con ella y regresó a su casa); mientras que yo logré ser independiente. Sin embargo, lo no haré, pues terminaría repitiendo eso que a mí me molestaba tanto que hicieran.

La verdad es que me vale madre si haya quedado embarazada sin estar casada. Cada quién sabe qué onda con su vida. Lo que me molesta es que crean que tengan calidad moral para decirle a todo mundo que está mal, sin darse cuenta lo que ellos hacen (ver la astilla en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio). Esto de que salga el tiro por la culata, no deberían dejar de pensarlo, aunque admito que es divertido escuchar qué ingenios sacan para ocultar lo que todo mundo ya sabe.

Sólo diré: Bendito karma… a huevo!!!

martes, julio 08, 2008

De desastres agaveros ( o de por qué Profana no toma Tequila)

Todavía estaba en la universidad, supongo que para ése entonces cursaba el tercer año. Los viernes eran día obligado de dominó. Ya se nos había hecho costumbre. Ya nadie preguntaba si se armaba el juego o no. Simplemente llegábamos y todo lo demás salía por añadidura.

Ese viernes, me fui a comer antes con un amigo a una cantina cercana al lugar de reunión. Después de unos panuchos y unos tragos, nos fuimos al torneíllo de viernes.

Evidentemente, el ritual del juego siempre incluía varias bebidas, pues como es bien sabido por todos, el dominó no se puede jugar sobrio. No sé, uno no cuenta bien, no ayuda como se debe al compañero de juego, ni la victoria (no la chela, sino ganar), o en su caso, la derrota saben tan intensamente. Así que para luego, era tarde. Como ya venía entonadona, seguí bebiendo junto con los demás presentes.

Llegó después de un rato un exnovio. Siempre fuimos muy buena pareja, al menos, en el dominó. En el terreno amoroso nomás no coincidíamos. Como no pudimos pasar mucho tiempo juntos, en realidad, no había rencores ni sentimientos ocultos que hicieran desagradable o extraño el encontrarnos. Todo lo contrario. Siempre fuimos más amenos como amigos.

Para eso de las diez de la noche tenía que volver a mi casa. Mi toque de queda era a las diez y media. Traía también el carro, así que al menos, debía devolverlo a casa sano y salvo, pues mi madre le cuidaba tanto o más que a un hijo. Mi ex se ofreció a acompañarme para irlo a dejar y después traerme de vuelta al convivio. Como al día siguiente tenía una fiesta sorpresa en lugar desconocido, pensé en no seguir la borrachera esa noche. Aunque pudiese parecer imposible, me terminaron convenciendo de lo contrario.

Fuimos y volvimos. Llegué de nuevo a casa como a eso de las tres. A la media hora sonó mi celular: mi exnovio me decía lo pendejo que fue al no haberse esforzado más porque las cosas funcionaran y repetía que era yo el amor de su vida y la mejor vieja a la que había conocido jamás. Así se fueron dos horas. Después de cortesmente batearlo varias veces, por fin logré dormir.

El teléfono sonó a las ocho de la mañana nuevamente. Todavía estaba borracha. La llamada la hacía Charms Wannabe. Me decía que debía pasar por ella a las nueve y media, pues se había quedado de ver con otros amigos para emprender juntos la aventura a la comidita de cumpleaños. Llegamos a una casa en Tlalpan. Podía dejar mi coche ahí, pues todos nos iríamos en una camioneta.

El destino era Cuernavaca; así que la pasada a Tres Marías era obligatoria. Mi desayuno consistió en unas chelas, pues no se me antojaba comer. La casa a la que llegamos era enorme. Todavía no llegaban los rones, así que seguí con cerveza. Después llegó el Tequila. Recuerdo que tomé varios caballitos.

Abrí los ojos. Estaba en una habitación con varias camas individuales. Me pregunté cómo había llegado ahí. Alguien entró a la habitación, así que cerré los ojos. Probablemente, al hacerme la dormida, alguien podría decir algo que me diera pistas. Era Charms Wannabe, traía un plato de paella. Le pregunté qué había pasado. Aparentemente, la concurrencia de mesa a la que estabamos asginados, había tomado de forma descomunal, incluyéndome, desde luego. Me había quedado dormida , y mi peso muerto me tiró con todo y silla; situación que no fue óbice para que pronto encontrara acomodo en el pasto para seguir durmiendo. Alguien, entonces, me llevó hasta la habitación aquélla, donde había dormido aproximadamente una hora.

Muerta de pena, bajé nuevamente a la fiesta. Afortunadamente, para esa hora, ya la mayoría de la gente traía bastantes grados de alcohol en la sangre, por lo que poca atención me prestaron. Personas que se había metido con ropa a la alberca y alguno que otro que corría para llegar al baño a platicar con los monstruos, me hacían sentir que, en realidad, lo mío había sido cosa de nada. Seguí entonces bebiendo Tequila para no perder el statu quo.

Algún tiempo después, escuche que gritaban mi nombre con cierta desesperación. Charms Wannabe había tomado demasiado, algo así como 4 cubas (es que ella no bebe). Estaba absolutamente mal: parecía que había tomado días seguidos y algunos hasta pensaron que se había cruzado con alguna otra sustancia no precisamente legal. La encontré asida fuertemente del excusado y con el cuerpo tan rígido como un estambre. Todo mundo le dio algún remedio para bajarle el pedo, desde café, pasando por mostaza y desde luego, también se les ocurrió mojarla. Ella seguía sin reaccionar, también había tomado Tequila. Ya eran como las nueve de la noche.

Mi madre comenzó a llamar a mi celular hecha una furia, pues ya había pasado demasiado tiempo y yo no volvía a casa, ni daba señales de vida (peor aún, traía el coche!). Evidentemente, ella no sabía que me encontraba en la ciudad de la eterna primavera, pues no me hubiera dejado salir siquiera. Pensé entonces que lo mejor era subir a Wannabe a la camioneta, aún fuera en estado semi inconsciente y emprender el retorno al DF, pasar por mi auto y después llevarla a su casa.

Encontré a Nando, con quien nos fuimos y en cuya casa estaba mi coche, tirado en el pasto retorciéndose. Cuando le pregunté que qué hacía, me dijo la respuesta como si de cosa más obvia no se pudiese tratar: -¿qué no ves Profana? Estoy nadando en el pasto- (ah, si seré pendeja!). El chofer estaba completamente ahogado, lo que entorpecía mi plan de escape. Encontrar a alguien sobrio era todo un desafío; más aún, encontrar a alguien sobrio dispuesto a llevarnos de vuelta era casi imposible. Sin embargo, lo encontré. Subimos a Charms en calidad de bulto a la parte trasera.

Ya de entrada al DF, Poncho, nuestro nuevo conductor me hizo una observación con la que no contaba:

Poncho: Bien Profana, ahora dime: Por dónde me voy para pasar por tu coche?

Profana: Ah, se quedó en casa de Nando.

Poncho: Ok, entonces, Dónde está la casa de Nando?

Profana: En Tlalpan.

Poncho: Si Profanita, pero dónde? En qué calle? A qué altura?

Profis: No mames, yo no se! Es la primera vez que iba a su casa y casi no conozco el sur. Yo creí que tu sabías! (me re carga mil veces la chingada!!)

Poncho: No mames, yo jamás he ido. Bueno, déjame hablarle a X a ver si me puede decir.

Afortunadamente, corrimos con suerte y logramos dar con la casa como a las once de la noche. Sin embargo, nuevamente había otro obstáculo que sortear: había dejado las impertinentes, digo, intermitentes encendidas. Obviamente, para esa hora, mi mugremóvil ya no tenía batería y por tanto, arrancar era imposible. En mi borrachera, me dieron ganas de llorar, todo parecía pesadilla: mi mamá seguía hablando por teléfono elevando cada vez más los insultos y las amenazas; CW seguía perdida en el coche y ya no tenía tiempo para hacerla reaccionar (eso sin contar el cague que su papá me iba a poner por regresarle a su niña en tan deplorables condiciones), yo estaría castigada por años y el puto coche no prendía. Al ver mi cara, el buen Poncho paró un taxi al que le pagó para que me pasara batería.

Mientras conducía a casa de Wannabe, trataba de encontrar la mejor estrategia para que su papá no se diera cuenta de su etílico estado, o en su defecto, de minimizar las probables repercusiones. Varias veces le menté la madre cuando volteaba a verla desparramada en el asiento del copiloto. Para sorpresa mía, descubrí que la sabiduría popular no me traicionó en esta ocasión. El papa se encontraba abajo del edificio visiblemente consternado esperándonos. –“en la madre, ahí está tu papá”- dije mientras sentía que se me acababa el aire. En cuanto CW escuchó la frase y alzó la vista, algo en su cuerpo pasó, pero bajó del coche hecha una lady, saludó a su papá al tiempo que el explicaba que la tardanza se debió a un ligera descompostura del coche, y después se despidió de mi con tal coherencia, que uno jamás se hubiese sospechado que tomó una sola gota de alcohol. Bien dicen que el miedo no anda en burro. Nuevamente me había salvado.

La suerte ya había sido suficientemente benévola conmigo por ese día, era un exceso pedir más; así que del castigo y del regaño de dos horas con la dulce voz de mi madre mientras me empezaba a llegar la cruda o el down, nomás no me salvé.

La cruda me duró dos días. Desde ese día, sólo oler el tequila me da un no se qué nada agradable y, desde luego, jamás lo he vuelto a tomar.