Irse a vivir solo es como entrar a un mundo alterno, al menos durante los primeros meses. Casi todo es lo mismo, sin embargo, nada es igual. Es casi sentir que se convierte uno en investigador de Discovery Channel o de aquéllos videos de la BBC de Londres (si, con todo y el narrador españolillo), es explorar terrenos desconocidos, desarrollar habilidades que uno jamás había descubierto.
Cuando me fui a vivir sola, creí tener muchas venajas sobre otras personas que siguen la senda del crecimiento personal by yourself. Sabía hacer más o menos los tediosísimos quehaceres domésticos (que no es nada sencillo, hacerlos bien tiene su truco), a diferencia de algunos amigos, sabía para qué es el suavizante de telas (ese misterioso y útil producto) y en qué momento aplicarlo, sabía cómo se limpia un baño o más bien, había visto muchas veces el procedimiento a seguir, aunque reconozco que a la fecha me causa cierta aversión hacerlo, pero finalmente, es un mal necesario. Total, que ingenuamente había previsto las cosas, y si bien temía de lo que pudiera venir, también me encontraba ansiosa por empezar una nueva vida, mi vida.
Pasé la primera noche en mi casa sintiéndome dueña y señora del Universo. Claro que a la mañana siguiente, la mandamás del universo se enfrentó al gran dilema: el encendido del boiler. Había encendido en varias ocasiones el boiler de la casa familiar, pero nunca éste; era un desconocido para mí, y según las buenas costumbres lo dictan, no debe ser precisamente correcto meterle la mano a un objeto con el que no has sido propiamente presentada y que mucho menos puede considerarse de confiar, máxime si hay gas de por medio y la palabra explosión ronda como fantasma chismoso en el aire. Sin embargo, la opción de tomar mi primer baño en casa con agua fría no resultaba tentador, por lo que me tuve que armar de valor, y enfrentarme con el peligrosísimo artilugio. Encendí una vela, mi corazón latía a mil por hora, liberé poco a poco el gas, me sentí cual "Retador del Peligro", encendí el piloto... y prendí el boiler. Primera prueba: superada!!!. (no mames, después de esto, la NASA noo??)
Los días fueron pasando hasta el fin de semana, aparentemente, todo tranquilo. Iba adquiriendo confianza, el departamento iba convirtiéndose en mi casa, mi refugio. Parecía como si fuera tomando control sobre los menesteres propios del manejo de una casa, me fortalecía... hasta que llegó el domingo.
Desperté a las 11 de la mañana, prendí la cafetera y disfruté la bebida sorbito a sorbito, despacio, degustando, sintiendo el calor y la deliciosa amargura del café, respirando olor a libertad y esperanza. Había que estar lista para la hora que pasaran por mi para ir a comer. Me dispuse a tomar un baño, dejé caer el agua bien caliente por el cuerpo, traté de percibir gota a gota el regaderazo. Terminé y cerré las llaves del agua. Cayó un chorrito más de líquido de la regadera, muy típico, tan cotidiano. Me fui a arreglar a mi dormitorio.
Todavía tenía una hora antes de que llegaran por mí. Fumaría un cigarro acompañada del murmullo de la tele, otro poquito de café sería mi interlocutor; ya después me maquillaría. Antes de todo, a colgar la toalla húmeda en el baño para que se secara.
Y cuando llegué al baño, se vino la catarsis... el chorrito seguia copioso cayendo de la regadera, había pasado ya un buen rato para que cesara, pero el pinche chorro de agua caía estrepitosamente sin la menor intención de cesar, de parar mejor ni hablamos.
Que hacer?? cerrar bien la llave del agua sonaba lógico, intenté con todas mis fuerzas girar más la estúpida llave sin resultado alguno. Bloquear el paso del agua de la llave central era otra opción.. pero coño, jamás pregunté en dónde demonios estaba... ajá! por lo pronto, pon una cubeta (no hay que desperdiciar el agua!) y ve a buscar al "maistro" de la esquina... imposible, son ya las 3:30 de la tarde del domingo, no encontraré a nadie.
Ante la continua eliminación de las soluciones al problema, miles de imágenes y escenarios comenzaron a desfilar por mi mente: que si el piso se reblandecería a causa de tanta agua y se botarían los azulejos, razón por la que mi casera me odiaría y rescindiría el contrato; que si el agua se filtraría al departamento de la planta baja, razón por la que debería estratosféricas cantidades por concepto de las reparaciones que tuvieran que hacerse a causa del desperfecto (ello sin mencionar el terrible odio por parte de mis vecinos, y el mal karma que esta situación traería consigo); que si la Comisión de Aguas me enviaría una cuenta que sólo pudiera pagar el Sr. Slim; y así como ésas, otras tantas imágenes catastróficas, que al fin y al cabo, desembocarían casi casi en el apocalipsis.
Así que respiré profundo, y procedí confome lo que en ese momento me pareció lo más sensato: sentarme en el excusado y llorar y llorar, mientras contemplaba el burlón chorrito de agua que hacía mofa de mi falta de habilidad para resolver un problema "tan sencillo", y así, entre sollozos y gritos ahogados me quedé un buen rato, contemplando al incómodo huésped que se había alojado en mi baño, él con su agua fría, yo con mis lágrimas tibias.
Minutos más tarde tocó a la puerta el que entonces era mi novio. Se asustó mucho, y al ver la razón de mi agobio, me tranquilizó, puso más cubetas y me sacó del pequeño cuarto, salimos a comer y despejarnos.
Ya habiendo tomado otra actitud, y después de haber comido, regresé a casa, seguí poniendo cubetas para no desperdiciar el agua, y sí, lo confieso, chequé que los azulejos no se hubiesen despegado aún. No dormí en toda la noche y lo primero que hice al día siguiente fue ir por un plomero, quien diagnosticó que el empaque se había roto, y que colocando uno nuevo todo volvería a la normalidad. Ese hombre fue mi héroe, al menos por ese día.
No se bien porqué, pero desde ese día, la canción de Cri-Cri, la del Chorrito, siempre me saca una especial sonrisa de la boca, pero la verdad, prefiero no oírla.
El impostor y el pícaro
-
Llevo tiempo pensando en el síndrome del impostor, sobre todo desde que mi
actual chamba me hace preguntarme a diario si estaré a la altura de las
cir...
Hace 3 meses
3 comentarios:
Profana, estás poca madre.
pues yo todavia no termino, ya llevo casi un mes "estrenando" casita y al parecer los aparatos se contagian y ya que uno cree que el baño funciona perfecto, aparece la gotera en la cocina, o es otra cosa! yo solo pido días de tranquilidad y a un plomero de planta.
Besos
jajajaja tienes toda la boca llena de razón (o los dedos llenos de razón), cada palabra totalmente identificada contigo :)
Publicar un comentario