jueves, marzo 12, 2009

Mi mejor fiesta de cumpleaños (o en términos kitsch, los XV años de Profana)

Cuando tenía 14 años, una de las burlas recurrentes que mi papá me hacía era anunciarme que pronto compraríamos un vestido ampón y rosa y que contrataría una limusina para festejar mi decimoquinto cumpleaños. Yo solía contestarle que mejor ni se le ocurriera semejante cosa, porque no era nada parecido a lo que yo quería; mi deseo era ir a Egipto, quizá a París (oh, sí, que cursi) o, tener un automóvil uno de esos que, según su publicidad hace un tiempo, todos teníamos uno en la mente.

Siempre disfruté las fiestas de quince años de mis amigas, se bailaba, la gente iba a ligar y siempre había espacio para la destructiva crítica del pésimo gusto de la anfitriona, la comida sabor cartón que se servía y, claro, los inusitados y ridículos valses y nada inocentes “bailes sorpresa” (me pregunto a la fecha por qué los llaman así, si todos sabemos que habrá uno) . Como solía ser un año menor a todos mis compañeros de salón, para cuando yo iba a cumplir mis quince años (ohhh, esa frase siempre me parece tan kitsch), la mayoría de mis conocidas cercanas ya habían hecho su fiestecita. A mí me daba gracia ver el furor con que escogían invitaciones y asistían puntualmente a poner las coreografías de sus bailes y el hecho de que cada suceso relacionado con la pachanguita pudiera llevarlas del cielo al abismo en cuestión de segundos. Eso no era para mí, se me hacía tanto desperdicio tan innecesario, yo había resuelto que ése justo día haría una reunión sencilla con mis amigos más queridos. Ya ven, uno siempre tan sofís.

A mi papá le dio un infarto cardiaco una o dos semanas antes de la mentada fecha. Todo ese tiempo estuvo hospitalizado y, desde luego, a ninguno le preocupó nada más en la vida que él. Como era lógico, ya no se hizo ningún plan para mi cumpleaños, por lo que les dije a mis prepos amigos que no habría reunión alguna y que veríamos si para después. Tampoco era que me molestara no hacerla. Lo cierto es seguramente se me escapó alguna lágrima cuando di el anuncio porque yo estaba muy triste, no por el eventito, sino por la salud de mi padre, que me traía violentas visiones de soledad e incertidumbre.

Mi primer gran regalo de cumpleaños de ese día (sábado), fue su vuelta a la casa. Lo primero que hicimos fue instalarlo con toda la comodidad posible para que descansara. Después, me fui a nadar como acostumbraba todos los fines de semana. A mi vuelta encontré a algunos familiares que habían ido a visitar a mi papá. A eso de la 1 de la tarde sonó una vez más el timbre. Corrí a abrir la puerta imaginando que serían algunos tíos.

Lo que pasó en la siguiente media hora es difícil de explicar, todo sucedió muy rápido: los de la puerta eran mis amigos, traían un pastel, hot dogs, refrescos y un vestido de quinceañera. No recuerdo si atiné en decir alguna palabra, pero sé que las niñas me metieron a mi cuarto, me enfundaron en el vestido, me pusieron algún collar que tenía guardado y me amarraron el cabello en el chongo más decente que por las circunstancias se pudo tener. Recuerdo que yo seguía sin entender absolutamente nada, pero me sacaron del cuarto y mientras nos dirigíamos a la sala, alguien me dijo que sólo siguiera la corriente, que “ellos” me iban a decir qué tenía que hacer.

Recuerdo que cuando llegué a la sala ya había sillas dispersas por todo alrededor. Mi padre también estaba sentado con el resto de la gente y sonreía de tal forma, que a la fecha ése recuerdo me causa una tremenda sonrisa a mí también. Mis amigos del género masculino estaban apilados en algún lugar de la sala, lugar que eligieron mis amigas para dejarme parada. Alguien dijo “ya ponla wey” y de repente de dejaron escuchar las primeras notas del algún vals. Yo me quedé inmóvil, así que alguno de los chicos me dijo que sólo bailara. Ellos ya se movían acompasadamente como si se tratase de coreografía, así que yo hice lo mismo. Me fueron pasando de una pareja a otra, mientras giraban y hacían círculos y líneas. Fue sorprendente saber que ellos habían estado ensayando para ese día.

En medio del vals se armó algún debate, pues uno de mis “chambelanes” (taaan kitsch) invitó a mi papá a bailar conmigo. Todos estábamos en realidad preocupados, el corazón de mi papá se encontraba débil y la sugerencia podría convertir la fiesta en un desastre. Mi papá se puso de pie y sólo atinó a callarnos a todos, para después dar algunos pasos hasta que estuvo enfrente mío y nos pusimos a bailar, yo en mi vestido largo y él en jeans y camisa de cuadros de franela.

Después de eso, mis amigos y yo nos pusimos a bailar. Mi papá sacó botellas de su cava y todos nos la estábamos pasando realmente bien. Mi familia estaba gratamente sorprendida, ni ellos ni yo jamás imaginamos que algo así sucedería , y no dejaban de repetirme lo afortunada que era por contar con amigos capaces de estar acompañándome en los hospitales y que al día siguiente prepararan una fiesta sorpresa así.

A la mejor amiga de mi mama se le ocurrió que, ya aprovechando que tenía puesto el vestido, podrían llevarme a tomar fotos. Las poses que hacen que uno tome me parecen tan exageradas y pretenciosas; sin embargo, la toma de la pose más antinatural fue la elegida, me pareció tan ridícula que me solté a reír como loca, y precisamente la sinceridad de esa risa fue la que la hizo sencillamente hermosa. Prohibí expresamente que esa foto fuera colgada en pared alguna de la casa. Hoy me lamento de haberla dejado ahí, seguramente verla de cuando en cuando me haría mucho bien.

Como se junto tanta gente de forma inesperada, los hot dogs fueron insuficientes, así que mandaron traer pizzas. Comimos, bebimos y bailamos toda la tarde. Mis amigos se fueron ya entrada la noche. Nunca terminaré de agradecerle a Lady Red, a Poniatos (quien puso el vestido, y a uno de mis chambelanes que era su novio, el Topo), a Pavel, el Ñero, Beto y a todos los que estuvieron ahí.

Ese fue el mejor cumpleaños de mi vida. A la fecha me conmueve sobremanera tan hermoso gesto. Todo terminó siendo kitsch y adorable. Sin embargo, puedo decir que el menú fue exquisito, que el vals fue de lo mejor, que ése vestido prestado me quedó como guante, que aunque no hubiese gran salón o mantelería de lujo, ni peinados elegantes, ni ropa de fiesta, ni grupito versátil que cantara Brasil-Brasil mientras repartían globos; ha sido, por mucho, la mejor fiesta de quince años en la que he estado jamás.

Al final, no hubo viaje ni coche. Pero después de semejante cosa, quién se acordaría de ello?

11 comentarios:

El Rufián Melancólico dijo...

Para eso son los amigos de la secu, para que hagan cosas desorbitantes que no se olviden y para olvidarlos cuando se vuelvan jefes de meseros de Sanborns o tarjetahabientes entusiastas.
Ojalá puedas recuperar esa foto de pose incómoda y sonrisa inmediata, habrá que comparar si la sonrisa es tan espectacular como cuando cantas la jaiba mordelona.
¿Chelas pronto, no?

Rafael Merino Isunza dijo...

La inspiración, la magia y la espontaneidad que sólo da esa edad, se confabularon para darte ese regalo después de vivir días de angustia y tristeza.

Invierno Funk dijo...

wooooow prof...

jaja me cague de risa con el apodo del ñero!!! buenisimo...

y casi lloro cuando avisaste que no habria nada...

este es el tipo de posts tuyos que me causan orgasmos intelectuales...

trillones de gracias!!!

Beatrix Kiddo is back in the building!!!

a la protsima me invitas

saluooss

Caperucita dijo...

Los amigos tienen esa gran capacidad de hacer llevadera "la cuota" de realidad que a veces nos sobrepasa.

Felices 15 y espero ser invitada a los siguientes 15's

Fer V dijo...

Me dejas casi sin palabras...

¿La mejor fiesta de 15 años? ¡Nah! Esta debe ser la mejor fiesta sorpresa de la que he sabido, fueran 15, 18, 21 ó los que fueran que se celebraban.

¿Esperar ser invitados a los próximos XV? No, no. ¿Alguna vez te presentaron en sociedad? ¡Estoy seguro que no! Habría que organizar tu fiesta de presentación en sociedad, que si nos sale la mitad de bien que tu fiesta de XV va a seguir siendo una de las mejores fiestas de la historia =)



¡Sonríe!

Profana dijo...

Estaría bueno verlo, Rufis, aunque pocas cosas superan a la jaiba mordelona. Para mayor referencia: http://www.youtube.com/watch?v=n0QlffIhVWc

Generique: cierto, nunca me presentaron en sociedá... aprovechamos ora que cumplo 27 para tal fin???

GERMÁN DIEGO dijo...

Oye, chidisimo, muchas escuinclas desearían algo así.

A eso yo le llamo un estupendo equipo de producción!!. jejeje.

Nomas falto el vídeo pero si hubo fotos hubiera sido la cereza en el pastel de este post!!

eres afortunada.

Saludos.

Defeña Salerosa dijo...

Debe ser bien chido tener un recuerdo así. Mis XV años los pasé con una infección estomacal marca "no la chingues", vomito, diarrea fiebre. De todas formas yo tampoco quería fiesta, a cambio me dieron dinero que no supe que hice de él.

Mis amigos tampoco me han organizado una fiesta de cumpleaños. Los tuyos se rayaron, qué buen pedo de carnales.

Sin duda lo mejor fue tener en casa a tu papá, que bueno que él pudo estar contigo después de ese infarto.

Le decía al Rufián que yo me clavo en la textura cuando se acerca mi cumple, me agarra la nostalgia y la "que voy a hacer de mi vida", etc. Pa que no me afecte tanto me organizo una fiesta donde sté garantizada una borrachera y así se me olvida de menos un ratito.

Hay que empezar a planear lo tuyo...

Defeña Salerosa dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Cynthia Ramírez dijo...

Hey! Esos son los XV años que vale la pena recordar!

Anda Profana, pon la foto! foto! foto! foto!

La Rumu dijo...

Coincido, foto! foto!
Esas bonitas cápsulas de recuerdo aminoran las angustias que pueden ser causadas por cumpleaños futuros ehhh... Bueno y aunque ese sea, por mucho el mejor cumpleaños, no te preocupes que al menos ya tenemos preparada una lista de canciones pa' que le saques brillo al piso con una graaaan sonrisa.