Todas las familias tienen una así, supongo. En la mía, es la Tía Lancha. Me gusta pensar que fui su consentida, siempre me prodigó especial atención, primero, porque sólo tuvo hijos varones, y segundo, porque aunque tengo muchas primas, yo fui siempre la más cercana a ella, al menos geográficamente, razón por la que nos frecuentaba mucho. De cualquier manera, se que a todos los primos nos quiere, muy a su manera, porque es un tanto diferente, nerviosa, un pelín exagerada y un tanto aprehensiva, pero de su cariño, de ése no tengo la menor duda.
Siempre me hacía los regalos más exóticos y menos excitantes cuando yo era niña. Recuerdo que después de cada fiesta de cumpleaños, abría con desesperación cada una de las cajas, rompía los envoltorios y clasificaba mis nuevas pertenencias en categorías y luego cada una de ellas, en orden de apreciación (en qué momento dejé de ser tan metódica y ordenada, pues?). A su regalo siempre tenía que abrirle un rubro aparte. De tal suerte, un apartado era para juguetes, que bien podían contener muñecas, juegos de té o juegos de mesa; otro era para ropa: vestidos, chamarras, playeras y alguno que otro accesorio. Las cajas grandes siempre eran reservadas para el final y su regalo siempre venía en una caja de tamaño más o menos considerable. La dotación de todos los años era casi una apuesta segura: Me regalaba unos 4 calzones, tres camisetas de tirantitos para usar debajo de la ropa y algún fondo. Siempre me dejaba fría, aunque también me causaba risa. Algún año me regaló un albornoz floreado, que en su momento me causó la misma emoción que le pudiese causar a un niño helado de limón derretido, pero que a la fecha conservo. Así fue por muchos, varios años.
Ya que estuve un poco mayor, y claro, dejé las fiestecitas con pastel y aguinaldos con motivos infantiles (si, pues, las bolsitas de dulces), cesó la regaladera de ropa interior. Quizá en un ánimo pudoroso, porque creo que a esa altura del partido ya era algo extraño ir a comprar brassieres para la sobrinita, o probablemente porque sabía que ya no usaba fonditos.
Ahora a los familiares sólo nos da regalo por ocasión de la Navidad, todos los años el mismo por lo general: unas tres o cuatro bufandas tejidas por ella. Creo que empieza las labores de elaboración desde febrero para terminar con todos los regalos navideños a buen tiempo. Gran parte de la aceptación de los allegados de la familia también pueden descifrarse por si éste está previsto en la manufactura de las bufandas. El año que tejió una para el que entonces era mi novio, y a quien ella llamaba cariñosamente, pero a escondidas “Bombi”, supe que entonces él ya gozaba de su agrado y bendición. Mi ex novio se quedó un tanto extrañado cuando le di el regalo que mi tía le mandaba, pero agradeció contento el gesto.
A los altos mandos les suele regalar algo adicional a la conocida tradición bufandera. A mi abuela algún año le regaló un tarjetero, sin que a la fecha nadie haya entendido con claridad para qué le serviría a una señora de noventa y tantos años; otro año, si no mal recuerdo, fue un paraguas, cosa que tampoco comprendemos del todo, si consideramos que mi abuela no sale de casa desde que tuvo dificultades con una de sus rodillas y le cuesta trabajo caminar.
Hace dos años, cuando me fui a vivir sola, la Tía Lancha se lució: me regaló unas sábanas de franela. Fue un excelente regalo; entonces yo sólo tenía un juego de cama, nada más; ella también sabe de sobra lo friolenta que soy. Cuando el regalo llegó a mis manos, sabía que nadie tendría cabeza para darme semejante obsequio si no era ella, y lo agradecía todas las noches cuando me metía en mi calientita cama.
Ayer mi hermano llegó a mi casa, a modo de Neo Santa Claus metalero, con una bolsa bastante regordeta. Traía el regalo que mi tía me hacía llegar para la Navidad de este año. Sonreí cuando tomé la bolsa entre mis manos y sin abrirla sabía ya que era. Tampoco me equivoqué, eran bufandas.
Hoy hace mucho frío en la Ciudad de México y el intenso fin de semana me ha dejado un dolorcillo de garganta. La navidad se ha adelantado, hoy mismo estreno regalo y se siente bien. Las bufandas nunca están de más, ni sobran. Este año me descaro y, ya de pasada, pediré calcetines además, sólo ella entenderá.
¿Todavía sigue vivo esto? (o la recapitulación del bloguero entusiasta)
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No sé qué pasó.
O sí sé pero no quiero recordarlo. El caso es que dejé en suspenso este
blog y me dediqué durante una década a seguirlo en Wordpress
Co...
Hace 4 meses