El teléfono me dio aviso de guardar un nuevo mensaje para mí. No pude sino sorprenderme por el nombre del remitente. Habían pasado dos semanas desde que nos conocimos y ahora recibía otra vez un mensaje suyo.
Ya conocen la historia de cómo nos conocimos (la relaté en este post). Después de eso, quedamos de vernos un día entre semana para irnos al cine o tomar un café. Tuve varios compromisos esa semana, por lo que el encuentro no pudo darse. Me invitó a salir el fin de semana, pero iba a salir del Distrito Federal, por lo que sugerí la siguiente semana para apuntar la reunión. Él me dijo que le resultaba imposible, pues salía de vacaciones de semana santa.
Después de eso, poco supe de él. Pensaba que el creería que estaba siendo poco accesible para él a modo de receta de técnica de ligue, y que por tanto, no me buscaría más. Eso, sin embargo, no me pesaba.
No obstante, ahí estaba otra vez. Anunciaba su regreso a la ciudad y me sugería concertar de una vez y por todas la cita. Fijé la fecha: el jueves. Inmediatamente recibí la respuesta, el jueves era el día para vernos.
Llegó por mí justo a la hora acordada, con tres propuestas: un café, cine o cena con alguno de sus amigos. Prefería la última de ellas, pues no implicaba mucha proximidad.
Entre la convivencia con sus compañeros, poco tuve que contarle de mi vida y no me veía en la necesidad de preguntarle por la suya. Aún así, el me confesó estar divorciado y tener un hijo de 6 años, cosa que me pareció honesta de su parte, pero me dejó un tanto intranquila en obvio de ser una situación nueva para mí. Sin embargo, podría decirse que estaba bastante agusto, como si ya le conociese de tiempo antes y que él conocía mi humor y mis formas. El, por su parte, y sin que yo se lo comentara, me dijo sentirse igual. La velada terminó temprano. Me invitó a salir al día siguiente. Tuve que declinar la amable invitación, pues ya había quedado de ir a parrandear con Niño D.
Al día siguiente, recibí la llamada de Niño D cancelando la festividad, alegando una terrible gripa que lo tenía prisionero en cama. Me ofrecí a visitarlo esa tarde, pero los tiempos me impidieron hacerlo a decente hora, por lo que dejé abierta la posibilidad de verlo el fin de semana. Salí con Srita. P. y con el otro socio del bar en donde nos conocimos.
El sábado fui a visitar a D. Estaba verdaderamente enfermo, así que se había armado de todo un catálogo de películas para pasar el fin de semana. Me acomodé en mi esquina del sillón a acompañarlo en tan enriquecedora actividad. Durante la película, a modo de disimulada investigación, me comentó que GE le contó que me había invitado a ir a un bar con él el jueves, y que le contesté que no podía. -Es cierto-, le dije con indiferencia, -ese día había quedado de ir a cenar con un amigo, y no le podía cancelar-. Tiempo después, me preguntó, como no queriendo, qué había hecho el día anterior. Contesté que me había ido con el mismo amigo, el dueño del bar de la condesa, precisamente a uno de sus bares. D se quedó callado y siguió viendo la película.
Mi teléfono comenzó a sonar. Era él nuevamente, para invitarme a acompañarlo a otro de sus bares esa noche. Le indiqué la hora en que debía pasar por mí, después de una pequeña charla acompañada de risas. En cuanto colgué, D se volteó hacia mi preguntando, ya con algo de desconcierto, si volvería a salir esa noche. Asentí. -¿Con el dueño del bar otra vez?- dijo con inquietud. Asentí nuevamente. Con aire de suficiencia, sólo espetó que quizá una vez que él se encontrara mejor me podría acompañar al bar de mi amigo. Accedí a su petición con falsa naturalidad.
Después, todavía en el sillón, empezó a hacerme cosquillas. Luego, me tomó la mano, y no la soltó hasta que la pélícula terminó (si, después de no habermela tomado en aproximadamente un mes y de esto). Quince minutos más me disculpé, le deseé su pronta recuperación y salí hacia casa de P, lugar en donde pasarían por nosotras.
Él llegó a tiempo por nosotras y nos dirigimos al bar. Toda la noche me dio trato de VIP, desde la sencillez de encender mis cigarros, hasta dirigiendo al personal de seguridad para que no fuese molestada en el lugar. Durante el baile, se detuvo un momento, tomamos asiento y me dijo encontrarse muy emocionado conmigo, que quería seguirme conociendo, pues le había encantado, y buscaba la oportunidad de construir algo más o menos serio conmigo. Al dejarme en casa de P nuevamente, me invitó al día siguiente a salir con él.
Así fue. Al día siguiente, justo a la hora acordada, se encontraba esperándome afuera del edificio. La pasé muy bien nuevamente. El problema, fue que a las 6 me solicitó la anuencia para dejarme en casa, pues había dejado a su hijo en casa de su mamá, y necesitaba pasar por él. Acepté, pero dentro de mí, reconocí que la situación no me resultaba simpática.
So pretexto de platicar, D me habló al poco tiempo esa tarde para saber qué había hecho durante el día. Sugirió después vernos en la semana.
Y así las cosas: Los giros de la vida, o quién (chingados) entiende a los hombres??? D, al ver que aparentemente otro niño quiere tomar su juguete, ahora parece tener ánimo de ponerse las pilas.
Por otro lado, aunque con el dueño del bar me la paso súper bien, es cariñoso y ha mostrado un legítimo interés por mi, me produce desconfianza. Eso de tener un algo con alguien que tenga un hijo es una experiencia totalmente nueva para mí, y no creo poder manejarla. A ratos pienso que no tengo necesidad de involucrarme en este tipo de situaciones tan complicadas, a veces, creo que vale la pena dejar que las cosas pasen y ver qué sucede.
Ustedes qué piensan??? Necesito puntos de vista....perspectiva...
¿Todavía sigue vivo esto? (o la recapitulación del bloguero entusiasta)
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No sé qué pasó.
O sí sé pero no quiero recordarlo. El caso es que dejé en suspenso este
blog y me dediqué durante una década a seguirlo en Wordpress
Co...
Hace 4 meses