miércoles, abril 30, 2008

... preview

Lo sé, lo tengo bien claro.. no he escrito en un tiempo.

He andado en verdadera prisa por trabajo y he sido un poco descuidada con esto de postear....

pero he de anunciales que pronto, pronto, pronto, estará aquí la reseña de lo que a continuación les comento.

El viernes me fui a una de mis acostumbradas borracheras. Niño D estaba en el plan también. Hubo mucho alcohol, y en mi borrachera... que le suelto la sopa!!!!!

Quieren saber que pasó??? Les cuento la próxima semana, que mañana me voy de puente...

martes, abril 22, 2008

De asquerosos manjares y cortesías.

Llovía mientras llegaba al aeropuerto. Era jueves por la noche y me faltaban escasos minutos para subir al avión. En menos tiempo aún habría ya llegado a mi destino. Mi jefe había llegado un día antes. El trato era dar una pequeña consultoría para unos extranjeros, chinos, según me había dicho. No sabía bien de que se trataba el asunto, sólo me quedaba claro que en caso de concertarse acuerdo alguno, habría algún dinero extra.

Durante la mañana del viernes estuve atendiendo desde alla cuestiones de la oficina. Nos reuniríamos con los chinos a la hora de la comida para discutir el asunto de la consultoría. A la hora acordada pasó un automóvil blanco para llevarnos con ellos. Nos llevaron a un restaurante pequeño, pero de apariencia muy selecta. Pasamos entre las mesas y seguimos de largo, nos conducían a una especie de pequeñas salas, donde ya nos esperaba el chino mayor junto a su asistente personal. Mientras nos explicaban el problema sobre el que había que emitir opinión, se hizo presente otro simpático chino, medio regordete, vestido de chef. Comenzó a hablar con los otros dos chinos en su idioma. El chino mayor se volteó hacia mi y me dijo en ingles que en virtud de nuestra visita, quería agradecernos ordenando una delicadeza gourmet china, por lo que había pedido la "sopa especial", un huachinango, camarones y verduras. -Suena delicioso. Muchas gracias- contesté mostrando simpatía por ser merecedora del honor.

Siguió la plática. Imaginaba suculentos platillos, del tipo de comida del Hunan, o ya de perdida, de un China in a box. En eso, llegó el mesero sosteniendo una sopera con detalles que evocaban algún ornamento de dinastía Ming, la colocó sobre una charola junto a nuestra mesa y comenzó a servir los tazones. No pude evitar notar que primero los llenaba de material sólido. Esparció primero algo, que no sabía bien que era, pero que tenía un fatal aspecto; un tipo de masa gelatinosa (parecida a la pata que se hace para las tostadas), de color ámbar, porosa, cortada en cubos, para después añadir unas bolas de carne de no muy buen aspecto, y finalmente, vació el caldo de la sopa.

Entré en pánico... soy excesivamente quisquillosa con la comida, un mal legado de mi nana, quien ante mi desaprobación por la sencilla vista de un platillo, corría a la cocina a preparar otra cosa al momento sólo para darme gusto. No puedo tolerar cierto tipo de texturas en la boca, especialmente aquellas que son viscosas o gelatinosas (razón por la que jamás me verán comiendo "cueritos"), por ciertos sabores (ejemplo: odio el jitomate) y ni siquiera me arriesgo a probar algo que mi vista no me recomiende. Preferí no preguntar qué contenía la dichosa (y putísima) "sopa especial"; bien sabía que si a mis oidos llegaba el nombre de algún animal extraño, mi mente me iba a hacer tal jugada que de entrada, ni siquiera me arriesgaría si quiera a oler.

Cuando ya se encontraban los tazones frente a sus respectivos comensales, el chino mayor se volteó hacia mi, como esparando que hiciera yo la monada de empezar a comer. Metí la cuchara al plato y decidi intentar partir uno de los chingados y nada apetitosos cubitos, sólo para tratar de determinar un parecido con algún alimento conocido. Era suave, pero viscoso... así que para mis adentros repetía con insistencia a tipo de programación mental: "piensa que es manzana cocida, piensa que es manzana cocida". Levanté de nuevo la mirada sólo para descubrir que seguían viéndome, por lo que tuve que reunir fuerzas y abatir voluntad, al tiempo que sumergía la cuchara en la mentada sopa nuevamente para llenarla, y después, ir acercando el menjurje hacia mi boca. Comprobé con desagrado que efectivamente, la textura era espantosa. Evidentemente tuve el refrrejo de escupir, pero sabía que no podría darme ese lujo pues se trataba de potenciales clientes, dinero y al final de cuentas, era un gesto amable de su parte. Tragué sin intentar encontrar sabor alguno. Aún así, quería mentar madres, salir corriendo, mínimo aventar la chingadera de sopa al suelo. Únicamente me limité a hacer un gesto de mínima y discreta aprobación por el supuesto manjar, haciendo mención de que definitivamente, la sopa era algo especia. Los chinos se mostraron complacidos y comenzaron a comer, mientras que yo sólo sorbía el caldo, que tenía un sabor fuerte. En cuanto pude, llamé al mesero y pedí que retirara mi plato, al ver que el chino menor tomaba el cucharón de la sopa para sevir otra ronda. El resto de la comida no fue mala. Me dediqué a pensar lo mucho que hubiera disfrutado de unos simples (pero exquisitos) tacos al pastor, o un pozole.

Ya que hubo terminado la comida, y estando a solas, le pregunté a mi jefe por los ingredientes de la sopa, en obvio de que el visita china con mucha regularidad. Contestó con una sonrisa burlona que en realidad, por mi bien, prefería no decirme. Insistí hasta que obtuve la respuesta: Era carne de cerdo, algo así como testículos de pájaro, y por qué chingados no? Carne de vívora amarilla!!!!. -Me carga la chingada, qué asco!- dije exhaltada. Solicité la anuencia para salir sola en la tarde una vez que concluyeran las labores. Tuve que tomarme unos vodkas para pasar el sabor de boca y miniminzar las probabilidades de sufrir alguna enfermedad por haber consumido semejante asquerosidad.

El sábado, aprovechando la visita, fui a comer lo típico: una torta ahogada ligeramente picosa. No pude evitar pensar en el enorme regocijo que sentiría de ver a los pinches chinos tragando lo mismo, y que después les cayera "La maldición de Moctezuma".

Concluisiones del viaje:
1.- Soy bien naca.
2.- La comida china gourmet y sofisticada apesta en más de un sentido.
3.- Mis deseos de venganza son grandes.
4.- Aún siento asco de recordar.

martes, abril 15, 2008

De sorpresas y enlaces

Tuve que ir a comprar un vestido, zapatos y accesorios dignos de la ocasión a la hora de la comida. Esa tarde de jueves corría por las calles de la Condesa buscando el atuendo perfecto, probándome las cosas cual si fuese maratón con obstáculos. El evento era una boda a la que niño D también estaba invitado; así que no iba a dejar pasar la ocasión de que por primera vez en su vida me viera lo más “femenina” y girly que mi capacidad me permitía, y darle una interesante vuelta a su idea de que sólo soy un Tom Boy.

Quedamos de vernos el jueves para organizarnos, pues la idea era quedarnos a acampar junto al lago después de la boda. Al final de cuentas, terminamos cenando en un restaurant de señora cincuentona en Insurgentes. No pudimos evitar confesarnos que seguramente nos sorprenderíamos mutuamente:

Niño D: No manches, Profana, por primera vez en la vida te voy a ver de vestido. Qué raro va a estar esto.

Profana: Lo mismo digo, querido, será la primera vez que te vea en traje. Te debes ver súper gracioso.

Niño D: Qué te pasa? Si me veo súper guapo en traje, bueno, mejor dicho, siempre me veo guapo.

Profana: Ni tanto, pero con respecto a lo del traje, bien aplica eso de que hasta no ver, no creer. Pero bueno, si es cierto, hasta te diré “Buenas nocheeees”.

Niño D: Mejor dime “Buenos diaaaaas”.

Profana: Cierto, cierto… si la boda es de día.

Niño D: No, yo me refería a que me dijeras eso… el domingo.

Profana: D, que barbaridad… tienes razón, me vi muy lenta!


El sábado me tuve que despertar muy temprano para arreglarme, me examinaba detalle por detalle para estar perfecta, casi literalmente, me vestía para matar. A las 8 pasó por mí. Como evidentemente no era mi intención destapar mi juego de primer momento, salí perfectamente arreglada enfundada en un abrigo que cubría el vestido. Emprendimos el camino hacia el pueblito donde tendría lugar la boda. Cuando llegamos, le dije que era momento de ponerme la chalina; así que me puse de espalda hacia él, y con toda delicadeza fui quitando el abrigo, al tiempo que se descubrían los finos tirantes que terminaban en mi espalda, hasta dejarlo con movimiento suave en la cajuela de la camioneta, para después dejar caer, con el intento más gracioso de movimiento, la chalina sobre mis hombros. Inmediatamente me dijo que me tomaría una foto, a lo que yo accedí con una sonrisa, al tiempo que pensaba que mi estrategia no iba mal.

Como fuimos los primeros en llegar, nos vimos forzados a dar una vuelta por los alrededores. Él me ofreció su brazo de la forma más caballerosa y yo no dudé ni medio segundo en tomarlo. A momentos, se paraba y me pedía tomarme otra foto. Después regresamos al jardín cuando ya estaba casi encima la hora de la misa. Durante el tradicional rito, de reojo percibía que se volteaba a verme, a ratos nos volvíamos cómplices de risas. Tomó mi mano todo el tiempo, y no obstante que los amigos empezaron a llegar, no la soltó.

Ya cuando pasamos al banquete, se sentó junto a mí y siguió tomando mi mano. Si me paraba para ir a algún lado, me acompañaba y me tomaba de la cintura mientras caminábamos. Seguían tomando foto tras foto, y él siempre se ubicaba a mi lado. El corazón me daba de tumbos, y me preguntaba por qué niño D ahora actuaba como si hubiésemos ido a la boda en pareja (y no de amigos).

El clima nos jugó una mala racha, y después de un tremendo aironazo que se sintió, comenzó a llover, en consecuencia, la luz se fue. Sin embargo, como sacaron una guitarra, la boda dio un giro a convertirse en una noche bohemia. A la luz de las velas, so pretexto de frío, pasamos el resto del convivio abrazado de mí. En obvio de que acampar no era una buena opción, tomamos la decisión de regresar esa misma noche al Distrito Federal.

Siempre que vamos en su coche, tengo la prerrogativa de elegir la música que se escuchará mientras dura el viaje. Sin embargo, en esta ocasión, él me solicitaba las canciones a poner, todas ellas de carácter romanticón. Suelo llevar las manos sobre mis piernas cuando voy en coche, pero en esta ocasión, el estiró su mano hasta encontrar la mía, y todo el camino la acariciaba mientras manejaba. Justo cuando sonaba una canción llamada “It had better be tonight”, volteaba la cantaba con disimulo. Yo me quedaba petrificada, no sabía qué hacer ni qué pensar: efectivamente me estaba lanzando una indirecta, o sólo cantaba una canción que le gusta y yo me estaba emocionando de más, exagerando un gesto.

Ya cuando llegamos a mi casa, niño D me dijo encontrarse gratamente sorprendido por la forma en que me veía ese día, que en esta ocasión, lo había dejado impactado. Dejé escapar una sonrisa de legítima satisfacción ante el comentario, después de todo, mi estratagema había servido, y después, educadamente agradecí el gesto con un gran abrazo y un beso en la mejilla. Nos despedimos, le di las buenas noches y para corresponder, el besó mi mejilla justo en la parte donde comienza el labio.

Ya fuera de todo, creo que el sábado si me veía muuuuuuuy bien, modestia aparte.

Ustedes cómo ven??? Se aceptan apuestas y vaticinios…

viernes, abril 04, 2008

De irreales realidades (o mi versión del Covadongazo)

Recibí la invitación por parte de Lear. Al parecer, un comentario que dejó en el Blog de Isteri causó mayor efecto del que se hubiese esperado, le exhortaba a beber unas espirituosas e Isteri le respondió preguntando el lugar y la hora para llevar cumplir con la propuesta.

Me pregunté si era correcto asistir. Como muchos otros, disfruto enormemente el hecho de poder escribir lo que me pasa, contármelo a mí misma, examinar mi perspectiva, escribir irreverentemente y sin el menor dejo de responsabilidad por hacerlo así como; eventualmente, conocer otros puntos de vista, dar la oportunidad de que me digan que estoy equivocada, que las cosas no van por ahí, que la estoy cagando, sin que aquél que me deje un comentario tenga la necesidad de ser diplomático. No tener cara (o traer puesta la máscara que los lectores puedan haberme asignado), brinda un interesante giro a la comunicación que se puede desarrollar por este medio. Justo en esta tesitura, la respuesta era evidente. Mantenerme en mi silla detrás de la computadora es muy cómodo.

Por otro lado, la curiosidad también hizo estragos en mí. Lo reconozco, hay comunicación. Hay gente a la que sigo mediante la lectura todos los días, a cuyos blogs me asomo religiosamente para ver si hay alguna novedad. Les he dejado comentarios, he reído con algunos, otros me han angustiado e incluso, los he tratado de consolar. Son personajes que también pasan a ver lo que se me ha ocurrido compartir, que han dedicado un minuto de su día a decirme algo y que seguramente toman más de uno para pensar la palabra perfecta. De alguna manera, sin saber quién es quién, nos conocemos.

Justo de camino hacia el lugar, me pregunté cuáles eran las probabilidades de quedarme sentada sola en una mesa más de una hora, observando a otras dos o tres personas sentadas tan solas como yo en otra mesa, ante el evidente hecho de que iba a buscar gente a la que no conocía y que tampoco me conoce. Recordé el post de Lear, aquél en el que se quejaba del constante interrogatorio del que era víctima a causa de sus canas. Llegué a buscar a alguien joven y canoso. No tuve que decir mucho, llegué con mi primera víctima, quien, una vez que le pregunté si podía hacerle una extraño cuestionamiento, inmediatamente intuyó que tenía un blog. Lear? Dije sintiéndome casi aliviada. – No, soy Emilio. Lear está por aquéllas mesas- me dijo al tiempo que señalaba hacia su lado derecho.

Caminé buscando las canas otra vez. Me paré frente a la mesa y pregunte: ¿Tus canas son naturales?. Sonrió inmediatamente al tiempo que respondió ¿Profana?. Por fin les había encontrado. Le acompañaba su novia e Histeri. Después llegó la Defeña, quien llegó a la mesa porque Lear le había reconocido.

Empezamos a platicar de qués, porqués y cómos. Me seguían llamando Profana, me preguntaba la razón de ello, pues ahora ya conocían mi verdadero nombre. Defeña, quien comparte mi crush por Kundera, me dijo algo que de alguna manera me cimbró: Ella me conoció como Profana y por ello, conoce cosas que mis más cercanos amigos no saben. Tenía razón, mi verdadero yo, para la salerosa, es alguien totalmente desconocido, sólo existe mi alter ego. Nos conocemos al mismo tiempo que somos desconocidos (bueno, ya no tanto).

En esta ocasión, tampoco perdí la oportunidad de ser toda una naca en la extensión de la palabra, elogiando el maravilloso trabajo de Lear, a quien leo puntalmente cada miércoles. No pude dejar de reclamarle que a veces, ponga su post ya por la tarde y me obligue a visitarlo casi cada hora para ver el nuevo desvarío. En la hora del reclamo, Isteri también recibió mención aparte: ese banner suyo, a todos en algún momento nos puso en alguna situación complicada (sin albur, eh!).

Llegó Ricardo Arce después, con quien eché chisme y me contó su hazaña del día anterior (o bien, de esa madrugada). Más tarde, se nos unió la Red Shoes Girl, y la Valedora, quienes me fascinaron por su espíritu tan neto. Al más tetísimo estilo, la plática-crítica de blogs no se hizo esperar. Que si éste es maravilloso, que si aquél es soso, que si tengo un gusto culposo por el de fulano… así pasó la velada mientras seguían llevando alcohol a la mesa.

Fue una experiencia harto interesante, enriquecedora. Como ver en la niebla, conocer a alguien de quien ya sabes algo, y a la vez nada. Habrá de repetirse la experiencia. Será más fácil, algunos ya están en mi Messenger.

Otro Covadongazo! Mil gracias por una noche tan sui generis y especial!

jueves, abril 03, 2008

De juegos de manos

Dicen en mi pueblo que el miedo no anda en burro. Honestamente, no creo que en el caso que hoy expongo sea miedo lo que mueva a uno de los protagonistas, sino como ya bien me pusieron en un comentario, su ego un tanto menoscabado.

Niño D me marcó el martes para invitarme al cine. Decidí hacer una pequeña prueba para ver qué tanto pueden mover los celos a alguien, o si definitivamente, mi apreciación sobre aquella pequeña muestra de inseguridad de su parte había sido valuada en exceso. Así, justo cuando me avisó que ya estaba a la vuelta de la esquina, empecé a fingir hablar por el celular, sacando una que otra risa, y supuestamente disculpándome porque esa tarde no podría ver a la persona con la que “hablaba” en virtud de tener un compromiso previamente acordado para esa noche; al tiempo que, a modo de consolación, prometía una cita para el día siguiente, como a eso de las ocho de la noche. Terminé la conversación ya dentro del coche de niño D mientras nos dirigíamos al cine.

Profana: Disculpa, ya ni te saludé bien por estar hablando por teléfono.

Niño D: No te preocupes. Qué, ya hiciste plan para mañana??

Profana: Si (ahuevo, creo que si lo creyó)

Niño D: Qué bárbara, últimamente estás saliendo mucho no??? Qué tu nunca descansas??

Profana: (en tono de broma) No, mis compromisos sociales no me lo permiten, ya ves que me he vuelto tan popular….

Niño D: Ay, bájale… pero bueno, ahora sí que andas en el socialitos a todo lo que da!

Evidentemente, aunque Niño D mantuvo la pose de indiferencia, puedo decir que parecía algo desencajado por la situación. No habló más del tema, ni yo lo traje a la mesa de nuevo.

Curiosamente, una vez que llegamos al cine, lejos de negociar la película a ver, me dijo que quería que ese día la elección fuera mía. Entramos a la sala unos minutos antes y empezamos a platicar. Me dijo que GE ya estaba organizando el plan del viernes, y que ante la reapertura de cierto antro, había conseguido invitación. Sin embargo, como D todavía está enfermo, prefería no ir. Le comenté que a mi también me resultaba complicado, pues el sábado tenía una boda en la mañana, y que tendría que madrugar prácticamente para arreglarme. – Ah, y de quién es la boda?- me preguntó D con suspicacia. Respondí que no sabía, que al parecer los novios eran conocidos de un amigo mío y que éste último me había pedido que lo acompañara. Se me quedó mirándome como si pidiera mayor explicación, misma que no le di y cambié el curso de la conversación.

La película comenzó a proyectarse. Casi en la mitad de ella, Niño D hizo un comentario al que yo reaccioné dándole una ligera palmada en el pecho. No dejó que regresara mi mano a su lugar, sino que la tomó entre las suyas y la recargó sobre su pierna. Tiempo después, extendió mi mano, que seguía atrapada en la suya, y comenzó a dibujar líneas con su dedo sobre los míos, como siguiendo los trazos, como conociéndolas. Mis latidos se aceleraron al tiempo que mentalmente me reclamaba mi ignorancia sobre el correcto proceder en ese tipo de situaciones. Mi papá siempre decía que cuando no supiera que hacer, que entonces no hiciera nada. Seguí el consejo, y continué viendo la película como si nada ocurriese. No soltó mi mano en lo que quedó de la película.

Cuando se encendieron las luces, tomé mi bolsa con la mano libre y aún de la mano, me hizo el gesto para darme paso y salir, sin soltarme.

De regreso a mi casa, dijo en tono inocente que había encontrado la forma de negarse a ir al evento de GE de la manera más educada, pero que requería mi cooperación:

Niño D: Podríamos decirle que como me visitaste el fin de semana, te contagié y que ahora tú te encuentras enferma, y que yo te voy a ir a cuidar.

Profana: Podría ser, a mi tampoco me conviene desvelarme ese día, y conociendo a GE, si le digo eso, seguramente se va a indignar.

Niño D: Lo se, por eso hay que decirle eso, para que no crea que es en mala onda. … es más, como ese día no vamos a ir ni tu ni yo a la reapertura del antro, y GE y Bacha si van a ir, podríamos hacer algo leve tu y yo!

Profana: No suena mal, pero definitivamente tendría que ser algo muy leve, ok?

Quedó de hablarme para ponernos de acuerdo. Sin embargo, aunque podría decirse que por el momento no teníamos nada más que decirnos, pues para esta hora ya habíamos estado hablando un buen rato parados frente a la puerta de mi casa, niño D me seguía mirando callado sin la intención de moverse. Tuve que decirle que lo dejaba, pues tenía que despertar temprano. Esperó hasta que cerrara la puerta para regresar a su coche.

Y esta Profana persona, sigue en la nada total. Podría suponer que la agarrada de mano no es de amigos, podría casi decir que se siente celoso. Por otro lado, podría decir que quizá solo me está aceptando y aprendiendo a conocerme como amiga. Todo esto, sólo son mis conjeturas, ustedes qué creen?