miércoles, julio 01, 2009

De falaces focos (o no todo lo que brilla es oro)

Hoy durante la comida hablábamos de los juguetes de la infancia, de aquéllos a los que teníamos excesivo apego y de aquéllos que sólo se quedaron en la añoranza e ilusión, porque nunca llegaron a nuestras manos.

Comentaba que yo siempre quise un micro hornito. Ahora que lo pienso, quizá mis pocas habilidades para la cocina sean únicamente un reflejo, una barrera que puse años atrás a efecto de defender mi débil psique ante la decepción de nunca haberlo tenido. Lo importante era que el horno para mí era realmente mágico, no me cabía en la cabeza como siendo un juguete podía hornear de verdad, tal como lo prometía la publicidad. Era el más adelantado desarrollo científico entonces, tecnología de punta, polvos del saco de Merlín, hechizos nunca antes dichos y movimiento de varita mágica.

A una prima sí se lo regalaron y recuerdo que me emocionaba ir a su casa con tal de jugar con el horno. En cuanto llegaba lo sacaba de su caja sin siquiera preguntar, e inmediatamente conminaba a mi prima a sacar de su cocina los ingredientes para hacer el pastel de Chocomilk que venía en el recetario del juguetito. Podía pasarme la tarde entera haciéndolos.

Uno de esos días de visita familiar mi prima me recibió con el semblante serio como la seriedad misma. Después de darle la vuelta alguna que otra vez al asunto me informó que el micro hornito había valido madres: estaba descompuesto y sus papás no iban a pagar la reparación. Después de pasar un trago tan amargo y de sufrir no sólo por no tener yo mi hornito, sino de haber recién perdido el único que tenía, aunque fuera de lejos, propuse la solución más obvia y viable: juntar nuestros domingos y mandarlo a arreglar nosotras mismas. Alguien sugirió abrirlo y quizá averiguar lo que se encontraba mal. Me negué rotundamente a que se hiciera semejante cosa, el hornito sólo necesitaba una arregladita y, en realidad, la propuesta que hacían más bien se antojaba como una autopsia. No estaba lista para dejarlo ir del todo, eso no.

El hornito permaneció en su caja en el cuarto de mi prima algunos días. Ella y yo nos gastamos nuestros domingos en muchas otras cosas. Meses después el hornito fue llevado al cuarto de cachivaches por mucho mucho tiempo más. El día que lo encontramos de nuevo ya no éramos niñas y la ilusión del horno o de su reparación había pasado.

Su destino sería la basura. No podía regalarse a alguien porque precisamente estaba ahí por estar descompuesto. Decidimos abrirlo, quizá encontraríamos el enigma del por qué ya no pudimos hacer pasteles de chocolate.

Lo que encontré fue una sorpresa. Y no es que sea yo una experta en cosas de reparación, ni en eléctrica o en mecánica. En realidad, lo que fue motivo de asombro fue descubrir que la magia era algo más sencillo y común que polvos y varitas. La magia la hacía un foco. UN PUTO FOCO!!!! Eso era el hornito. Un chingado foco que se compra en cualquier lado. Un maldito foco de 100 watts, igualito al de mi lamparita de noche. Repudié la idea de pensar que toda mi infancia quise tener un foco! Que pasé navidades enteras esperando un foco en una caja de plástico, que tristeaba por no tener un vacuo foco y que me emocionaba ir a ver a mi prima porque ella sí tenía un foco!

La realidad es que me sentí engañada e insulsa. En qué momento algo tan del otro mundo se convirtió en algo tan inane?? Cómo pude haberme sentido tan triste por supuestamente no tener algo que efectivamente sí tenía? Y lo más importante: cuántas decepciones más me llevaría por descubrir que algo que parecía tan extraordinario y fuera de serie resultara algo falaz, ordinario y vano?

A la fecha, nunca me dio curiosidad hacer el experimento de hornear pasteles como aquéllos con un foco.

A un amigo le pasó igual, pero en su caso fue con la Máquina de Raspados (fiesta de sabor…). Las delgaditas aspas un día dejaron de funcionar. Él dio por inservible el juguete y a nadie se le ocurrió que las aspas podían ser afiladas nuevamente. Para su suerte, él descubrió entonces la licuadora.

2 comentarios:

Invierno Funk dijo...

ahhh... ya lo había leído, pero no entendía a lo que te referias ayer.

=D ya entiendo.

Oye mil gracias, se siente bien tener con quien platicar!

abrazo

Ely dijo...

Por eso hay cosas que sería mejor no saber nunca