lunes, noviembre 03, 2008

De villanos y Super Héroes (parte 1)

El lunes salía de la oficina a temprana hora y feliz. El fin de semana había sido intenso y todavía seguía cansada, necesitaba llegar a casa a tirar la fiaca nuevamente. Traía poco efectivo, así que pensé pasar al cajero de un super que está cerca de la oficina y, aprovechando el viaje, también compraría un Theraflú, pues los síntomas de una inminente gripa ya hacían estragos en mi organismo y necesitaba algo que me tumbara y me dejara dormir bien.

Efectivamente, pasé al cajero y salí. A la cuadra me di cuenta que no había comprado el Theraflú, pero me daba mucha pereza regresar, así que preferí llegar a casa y pedirlo por teléfono; por lo que seguí caminando hasta llegar a la esquina donde tomaría el taxi.

Por la hora, casi todos los taxis ya pasaban ocupados. En eso, se paró un taxi del que descendieron dos personas. Como quedó libre, tuve a bien subirme. Le dije al taxista que tomara ésta calle y luego ésta otra. Seguí el camino habitual, hacía frío y sólo tenía a bien tratar de cobijarme con el abrigo. Nos tocó un alto. Cuando me di cuenta, venía trepado al lado mío un tipo que decía que acababan de tratar de robarse un auto y que el plan se había frustrado, por lo que necesitaban dinero. Me tapó con sus manos los ojos, pero pude percibir que alguien se había subido también al lugar del copiloto. Me empezaron a pedir el dinero que traía en efectivo, el celular y el iPod (traía uno de los cables en la mano). Yo sólo atinaba en obedecer instrucciones sin mayor pregunta, no quería que me pasara nada y no sabía lo que ésos tipos podrían ser capaces de hacer. Me pidieron el reloj. Estiré el brazo para que lo tomaran, pero sólo me regresaron el brazo diciendo “quédate con tu chingadera” (eso me dio risa, pero me contuve). Me quitaron de un jalón la bolsa y pude escuchar cómo empezaban a esculcarla. Dieron con mis tarjetas y me pidieron los NIP. No me sé el número del de la tarjeta de crédito, el mismo día que lo recibí lo destruí como una forma de poner límite a mi consumismo (o a mi continua falta de efectivo), y así, evitaría, según yo, el cobro de altos intereses por disposiciones de este tipo. Desde luego, los tipos no se creyeron nada la historia, así que siguieron dando vueltas a ver si era posible que de repente me llegase a la memora el dichoso NIP. Desde luego, me amenazaron con enviarme a una bodega que era cuidada por un tipo “bien morboso y cochinote” que seguramente me haría mil cosas indecibles; también hicieron la acotación de que la mayoría de sus víctimas recordaba los NIPs después de dos días de encierro. El auto entonces hizo un alto; escuché el portazo y que el coche se sintió más ligero. Pensé por algún momento que habíamos llegado a la bodega. Después, supuse que estábamos enfrente de un cajero y que entonces vaciarían mi tarjeta de débito. Seguían preguntando por el NIP de la de crédito. No sé si vieron que no mentía o si de plano se empezaron a desesperar. El coche arrancó otra vez y me dijeron que me soltarían, pero que antes buscarían otra vez cosas que pudieran quedarse. Escuché el sonido de mis llaves y les pedí que me las dieran, que a ellos de nada les servían. La propuesta trajo como respuesta varios insultos, así que volví a quedarme callada. Habían pasado 45 minutos de dar vueltas cuando me soltaron a dos cuadras de la Universidad. Ví una tiendita a la que regularmente iba en esos días; pero no la reconocía, estaba todavía muy atontada y aunque hacía un esfuerzo por recordar dónde la había visto y, por tanto, ubicarme, la mente en ese momento nomás no me daba. Caminé entonces en el sentido que iba la calle hasta que me topé una avenida grande y pude saber mi ubicación.

Busqué un cigarro en mi bolsa. Ni eso me dejaron los hijos de puta. Tampoco me dejaron dinero, así que tuve que limosnear por algunos pesos que me dejaran hablar por teléfono con alguien. En tanto, con la mente en todo y en nada al mismo tiempo, me daba cuenta que pese a pesar de tanto horror, ya todo había acabado y que estaba bien, que no me habían golpeado, ni habían intentado manosearme o algo por el estilo o peor. Eso era magnífico.

10 comentarios:

Fer V dijo...

¡Oh, lo siento!

Supongo que sobra decir cuanta indignación e impotencia causan estas situaciones. Es difícil ya vivir en la hermosa capital y la inseguridad debe ser la principal razón.

Y bueno, después de todo lo importante es que estás bien y, físicamente, no te pasó nada.

Cuesta trabajo después de algo así pero inténtalo:



¡Sonrie!

Defeña Salerosa dijo...

Pensé q de alguna forma, había sido más leve. Pero nunca ese tipo de cosas lo serán...

El taxista estaba de acuerdo con ellos verdad???

chale, un abrazote profis!!!

Jana dijo...

Hijos de toda su chingadisima madre!!!!... ya me imagino la angustia que pasaste nada mas de pensar que te pudieran hacer algo mas.
Lo bueno es que son puras cosas materiales y aunque el mal rato y el trauma por unos dias nadie te lo quita hay que agradecer que estas aquí contando el mal rato.

Cuidate mucho!!

Profana dijo...

Df:

No fue nada leve. Y si, seguramente el taxista estaba de acuerdo con ellos. Según me explican, en ese tipo de situaciones, el taxista forma parte de la banda, otro coche sigue al taxi y en un alto te atracan.

Cazador de Tatuajes dijo...

Ya me lo habias contado, pero se me volvieron a subir los congojos a la garganta. El jueves te voy a dar un abrazote

Eric Uribares dijo...

Guaramio,
guaramio
guaramio
guaramio
guaramio
guaramio
guaramio

buuuu


guaramio
guaramio
guaramio

buuuuuu

guaramio
guaramio
guaramio
guaramio guara
mio

¿Te gustó el poema que te hice pa que no estés triste? Me encantó el final.

El Rufián Melancólico dijo...

Después del impresionante poema del Comandante cualquier frase de consuelo sorpresa o indignación quedan sobrando. Peor bueh (la parte cursi) ya sabe que por ahí andamos, pues. Salucita.

La Rumu dijo...

Ah que pinche ciudad, no puedes ni tomar un taxi en paz,no puedes bajar la guardia un momento porque de volada te sorprenden.
Que mal, me imagino el trauma que pasas estos días cada vez que sales a la calle, espero que muy pronto recuperes la calma. Saludos ;-)

Anónimo dijo...

El comandante se está poniendo dadaísta... Pero mejor leo la segunda parte y ya comento bien

Anónimo dijo...

Odio leer esto, no pude evitar comentar, desfortunadamente hace 5 años vivi algo parecido y fueron los peores 20 minutos d mi vida, gracias a Dios tampoco me hicieron nada, pero a la fecha llevo el estupido susto hasta cuando un niño pasa detras d mi corriendo, sigo con miedo y coraje, y a partir de entonces siempre tomo taxi de sitio cuando es q ando sola :S, ojalá algún día pueda borrarse de tu mente tan fea experiencia, just enjoy the life!!!
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