miércoles, enero 14, 2009

A mi bisabuela

Nadie sabe realmente su edad, ni ella misma, al menos eso dice. Suponemos (porque hemos llegado a ese consenso) que tendrá pasaditos los cien años. Me ha contado varias veces de cómo era la vida cuando la Revolución y que ella entonces era una niña que tenía miedo de que se la llevaran los revolucionarios.

De su vida en realidad se poco, sólo lo que ella ha querido que sepa. No sé si estuvo casada con el padre de mi abuela o no; pero sé a ciencia cierta que su gran amor fue Pablo, con quien se juntó después. Todavía llora cuando se acuerda de él y le viene a la mente que lo mataron en un accidente en la carretera que construía. Ella se tuvo que hacer cargo entonces de los hijos de él y de la suya.

Otra de sus historias recurrentes es su versión de mi nacimiento. Dice que ya no me reconoce cuando me ve, así que cuando le recuerdo que soy Profana, se queda pensativa y luego me dice: “Claro, eres Profana. Yo fui a conocerte cuando naciste. ¿Ya te conté la historia? Ya sabía que ibas a nacer, entonces, aunque no me gustaba ir a la capital, tenía que ir. Me daba harto miedo estar allá, porque hace frío y hay muchos coches (en esta parte hacía run-run, emulando el ruido de los autos) y creía que me iban a atropellar. Pero le hice como pude y llegué hasta el hospital. No había comido desde un día antes por los nervios y tenía hambre para esas horas. Tu papá me recibió y luego luego le fueron a decir que tú ya habías nacido. Él estaba bien emocionado, entonces me dio pena decirle que tenía hambre. Nos sentamos a esperar y después de un rato nos preguntaron si queríamos conocerte. Nos llevaron a los cuneros. Tú estabas dormida, te pusieron en los brazos de tu papá y abriste los ojos para luego quedarte dormida otra vez (lo genial era que aquí me imitaba durmiendo). Tu papá se te quedaba mirando y mero yo veía que casi quería llorar, pero como que le daba pena porque yo estaba ahí. Luego nos sacaron y nos llevaron al cuarto de tu mamá. Y yo seguía con hambre. Me decidí decirle a tu papá que tenía hambre como a eso de las seis de la tarde, porque ya me crujían las tripas. Así fue cuando naciste y yo pasé casi un día sin comer”. Siempre lo contó con las mismas palabras y a mí me hacía reír mucho que de lo que más se acordara, era del hambre que traía ese día.

Su rutina de los domingos era un ritual. Iba a misa y saliendo de ahí pasaba a la casa a recoger la ropa para irse a lavar. Siempre insistimos que la ropa podía lavarse en casa, pero ella se enojaba y decía seria: En esa lavadora no es igual, para lavar bien la ropa hay que ir al río, yo así le hice muchos años y así voy a seguir”. Tomaba entonces su acostumbrado costalito y volvía ya entrada la tarde con la ropa limpia. Cierto era, ella siempre iba al río, pero también sabíamos que aprovechaba la ocasión para ir a visitar a los hijos de Pablo, que ella había criado como propios y a quienes adoraba muy a pesar de nuestros disimulados celos.

Dejó de ir a lavar al río el día que se tropezó y nunca más pudo ponerse de pie. Casi todos creímos que no duraría viva mucho tiempo más. Nos equivocamos: ha enterrado ya a casi medio pueblo, gente más joven y más vieja que ella.

Aún así, ella sigue enterada de todos y cada uno de los chismes del pueblo. Su mayor alegría es que la gente vaya a platicar con ella, así que cuando la visito, paso tardes escuchando sus chismes, los que de verdad han pasado y los que ella se ha inventado gracias a su demencia senil. Los últimos son los mejores, a veces creo que tanto invento podría dar lugar a una excelente novela, pues todo lo que ha visto y ha vivido hace que sus debrayes tengan color, emoción, drama, risas y olor. Además, como pocas son las veces en que tiene audiencia, es difícil que pare una vez que se le ha soltado la lengua.


Supongo que debido a las dificultades económicas que ha tenido, valora el dinero sobremanera. Cada vez que alguno de sus nietos va a pasar una temporada a casa de mi abuela, me solicita le indique diariamente el parte de los arribos y salidas. La razón es sencilla: cada vez que alguno de mis tíos se marcha le deja un poco de dinero. Por tanto, ella está pendiente de que ninguno de ellos se vaya sin que antes pase a darle su “Navidad”, aunque ella también dice que se siente intranquila si no les da la bendición (claro, claro). En cuanto recibe su dinero, lo mete a su monedero que guarda celosamente en el brassiere de su vestido, como siempre lo ha hecho.

También recuerdo esa vez que ella amenazaba con morirse ese mismo día. Alguno de mis tíos, por seguirle el juego, le dijo que era una pena, pues a la gente que cumplía cien años, el gobierno le regalaba una casa nomás por eso. Cuando escucho semejante cosa, mi bisabuela se quedó en silencio que luego rompió para decir: “Bah, pues, aguantaré un poco más para que me den mi casita”. A todos nos dio risa su súbita mejoría.

Alguna vez, por hacer una broma, alguna de mis primas le fue a inventar que yo estaba preñada, pero que no quería que nadie supiera porque mi hijo no tenía padre. Esa tarde me mandó llamar y me preguntó campechanamente si era cierto lo que le habían ido a contar. Desde luego, yo lo negué. Ella me dijo que no importaba, que no necesitaba ocultarlo más, que ella ya sabía todo, que más bien, ella me había mandado llamar para decirme que si no quería al chamaquito, que lo tuviera y que se lo diese, que ella le iba a hacer sus pañalitos, le iba a dar su biberón, lo criaría y amaría a su niñito. Me dejó callada. Sentí tanta ternura. Me sorprendió que aún con su imposibilidad física y con los años que a cuesta lleva, tuviese todavía los bríos de querer arreglarnos las cosas y que aún conservara el ánimo de luchar por la gente de su familia.

Me avisaron que ya no le queda mucho con nosotros. Más de cien años de vida deben cansar mucho. No sé si alcance a decírselo personalmente, pero sólo quiero agradecerle sus idas al río a lavar mi ropa, sus historias, sus ocurrencias que tanto me hicieron reír, el hambre que pasó por causa de mi nacimiento y sus ganas por seguir ahí para nosotros. Ojalá ahora sí puedas estar con Pablo para siempre. Gracias, Toña, mil gracias.

11 comentarios:

Fer V dijo...

¡Oh! Siento mucho que le quede ya poco tiempo a tu bisabuela, pero cien años cansan a cualquiera y posiblemente ya es tiempo que descanse un poco, antes de iniciar una nueva aventura en otro plano existencial.

Ojalá te sea posible despedirte de ella antes que se marche.

Suena a que tu bisabuela tuvo una buena vida, una larga y buena vida; y aunque es difícil despedirse de las personas que amamos ¡no estés triste! Seguramente ella siempre te recordará sonriendo, así que ¡vamos!...



¡Sonríe!

Anónimo dijo...

Me gusta mucho como escribes, seguido vengo a tu blog y aunque casi nunca escribo, te puedo asegurar que casi nunca me pierdo lo que escribes.

llegue aqui por que alguna vez fuiste al mio (o a lo mejor fuiste al mio por que yo llegue al tuyo, ya no se)....aunque nunca regresaste...sniffff!!!

El irse es parte de la vida...y que mejor que irse despues de cumplir sueños, metas y dejar descendencia

Anónimo dijo...

Tu post me sacó las lágrimas. Muy conmovedor. Suerte de bisabuela te tocó.

Defeña Salerosa dijo...

No sé si es por la situación geográfica o la generacional, pero tu bisabuela me recordó a las mías (y a mi abuela materna). La gente de esos lugares del país me parece muy férrea, muy ressitente, muy curtida por al vida, y tal vez precisamente por eso, longeva.

Ojalá y puedas decirle todo eso q nos cuentas acá, a ella.

Yo también quiero pensar que al fin, felizmente, se reunirá con Pablo...¿es lindo imaginárselo, o no?.

Un GRAN abrazo.

Caperucita dijo...

Es maravilloso tener a esos seres llenos de paz, de sabiduría, de historias, de amores, es increíble aprender de ellos, y lo mejor de esto es que recuerdes todas y cada una de esas historias que van creando la tuya.

Te deseo la mejor de las suertes en ese viaje de despedida, porque ella te va a esperar, eso te lo puedo asegurar, no creas que se va a ir sin pedirte su "Navidad" al menos una vez más.

Yo aquí te espero.

Abrazo!!!

Rafael Merino Isunza dijo...

Profa te mando un muy fuerte abrazo.

Invierno Funk dijo...

claro... perdonatum est...
solo invitame una chela

puedes ir con la máscara del rey misterio.

=D

Invierno Funk dijo...

y agregame en tu lista de blogs no?
estaría cul...

ya con eso me doy por bien servido...

En algunos lugares, cuando dicen que alguien iba bien servido, jaja es que iba muy pedo... jaja que cajeto no?

saludos prof

Invierno Funk dijo...

guapetona...
nos tienes muy avandonados...
extraño tus letras
venga dame un poco mas de ti
ja

saludos profff
chais

Invierno Funk dijo...

madres.... perdon

abandonados...
que chacal

B West dijo...

así eran las mujeres de antes, snif!! yo disfrutémuy poco a mi bisabuela, pero a mi abuela la gozo lo más que puedo.

gracias por compartirnos a doña toña!