lunes, junio 23, 2008

De consejos

Eran algo así como las 2 de la mañana de ese, bueno, ya domingo, cuando sonó mi celular. La pantalla me avisaba que la llamada era de una buena amiga, así que contesté inmediatamente. Supuse que estaría en alguna tertulia a la que me invitaría. La sorpresa fue que en cuanto le saludé, noté su voz un tanto temblorosa, como si algo le hubiese sacudido gravemente. Me explicó que se había visto con el galán y que habían sostenido una pequeña discusión por alguna de las ya conocidas faltas de cortesía del imberbe ése. Le invité a unírseme a la fiesta en la cual estaba. No se bien cómo le hizo (considerando que ni yo misma sabía bien la dirección del convite), pero llegó. Ya estando ahí, me contó con lujo de detalle los diálogos, gestos, acciones y reacciones de todo el evento. Inmediatamente cuando terminó el relato, soltó las preguntas que suelen mezclarse en estas conversaciones: Necesitaba conocer mis impresiones, deslinde de responsabilidades y modo de proceder. Hice un pequeño análisis de la situación y le expliqué lo que, a mi parecer, debería hacer (o no hacer). Ella, en respuesta, me dijo que tenía razón.

Durante la semana, recibí la invitación de otro amigo para tomarnos un café. A él, tenía algo así como un mes de haberle puesto en su lugar, toda vez que estaba considerando seriamente ir a casi medio mundo de distancia a visitar a una persona que a él le gusta, porque la dama en cuestión, recién se había mudado a esa locación para estudiar un master de 2 años. En esa ocasión, después de plantear correctamente la ecuación que representaban y tomando en cuenta la cantidad de variables (más del lado de la bien amada que del de mi amigo), había concluido que el resultado no podría ser otro que una catástrofe. Sin embargo, en esta oportunidad, sometía a mi consideración una nueva disyuntiva amorosa con otra persona, que aunque también presenta toda una serie de retos, la terminé reconociendo más viable: Le dije que se expusiera en esta ocasión. Desde luego había posibilidades de fallar en el intento, pero ahora si debía “rifarse”, porque el amor, también a veces precisa locura. Él agradeció el consejo, indicando que actuaría en consecuencia.

Después me habló otra persona, quien sostenía un momento de tensa pasividad en su relación. Previa exposición del caso, en pose de actitud salomónica, aconsejé poner las cosas claras sobre la mesa, punto por punto, sin quedarse nada y que, a partir de entonces, tomara una resolución que conviniese a sus intereses. Días después me dijo que se había arreglado todo después de la charla.

Mentiría si digo que no me siento halagada por el hecho de que la gente a mi alrededor me busque solicitando mi punto de vista. Creo firmemente que una de los principales razones de que vivamos en pequeñas “manadas” es, precisamente, la de poder ayudar a aquél que está a nuestro lado. No dudo que cada observación respecto de un mismo hecho sea totalmente válido y que necesitemos de varios ángulos para ver la fotografía completa. Sin embargo, si no es secreto para mis amigos que mi vida amorosa es un completo desastre, si no es que, más bien nula; que actúo de maneras que se encuentran en total contradicción con aquello que pueda parecer lógico o atinado; ¿Por qué, entonces, creen que puedo resolver su vida amorosa? ¿Qué les hace pensar que mi consejo será el basado en buen criterio, y por ende, no tan incorrecto?


Esa otra noche, mientras salíamos momentáneamente de la cantina a fumar un cigarro, mi amigo me acusaba de ser una mala influencia. Decía que era la culpable de que los viernes llegara crudo y desvelado al trabajo. Le empecé a contar mis técnicas para evitar que los jefes se pasaran de lanza con el abnegado y sufrido trabajador los viernes cuando a uno se le atraviesa una parranda un día antes. Se reía al tiempo que me decía que no ponía en tela de juicio el ingenio de mis artimañas.

Al día siguiente, mientras trabajábamos, me sorprendió un agradecimiento suyo en el mensajero diciendo que había aplicado mi “know how” para las crudas en viernes; me decía que le habían funcionado tan bien, que hasta cocas le habían regalado y que la secretaria de su oficina, quien no solía ser un dulce, se había comportado hasta considerada con él.


Entre risas virtuales, le comentaba que no sería capaz de dar un consejo de semejante naturaleza y seriedad si no lo tuviese comprobado. He tratado, en medida de mis posibilidades, de no ser indolente, por lo que suelo aconsejar lo que a mí me ha servido. Justo en ese momento, caí en cuenta de algo.

Aconsejo arrojo, cuando yo jamás salgo de mi zona de confort; incito al diálogo abierto y claro, cuando suelo guardar un montón de cosas que siento en los cajones para que no se noten, aunque me quede con mil cosas en la cabeza; y desde luego que hago aquéllo que a los demás aconsejo de absenerse. ¿Qué por qué soy buena dando consejos en temas amorosos? Fácil! Porque aconsejo hacer todo aquello que yo misma no hago. No podría asegurar que lo que aconsejo será eficaz siempre, pero al menos, es opuesto a lo que yo hago, que puedo saber a la perfección que, de plano, no funciona.

12 comentarios:

Emilio dijo...

¿Te gusta Seinfield? Hay un episiodio en que George, harto de sus continuos fracasos románticos (y en la vida también), decide hacer todo lo opuesto a lo razonable, y "a lo que normalmente haría", y le empieza a ir maravillosamente bien en todo lo que hace.

Yo ando algo necesitado de consejo últimamente, a ver si uno de estos jueves acudo a ti.

Saludos

El Rufián Melancólico dijo...

Ya no le voy a decir que escribe rebonito porque se corre el riesgo de que luego se nos ponga a redactar muy rococó, tons el tema: ciertamente, quienes peor vida sentimental/romancera tienen, son los mejores consejeros, será que conocen todas las aristas del amor y desamor, no como las parejas plácidas y desangeladas que desde el inicio están bien y su peor bronca estriba en elegir una peli de terror o una de amorciano. Tons, entre tanto desencanto, usté está más que curtida en cuitas desamorosas... y sobre los consejos pa' la cruz, pos ya es bien sabido que usté se maneja perfecto en esos temas. Ahí la busco el viernes, pa' que me recomiende qué hacer. Saludines, hasta después.

Fer V dijo...

«Azadón de palo, en casa del herrero.»
«Ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.»
«Ser candil de la calle y obscuridad de la casa.»

¡Cuánta sabiduría popular! ¿no?

Evidentemente la gente te pide consejos en el campo amoroso porque conoces la solución.

Entonces ¿por qué no escuchas tu propio consejo y te haces de una saludable y buena vida amorosa? ¡Ah! Esa es una buena pregunta y si alguien más te la hiciera seguramente tendrías una buena respuesta pero, tratándose de ti ¿tienes alguna respuesta? ¿seguirías tu propio consejo?

Tienes razón cuando dices que lo que aconsejas no necesariamente será la solución última a todo problema pero, si conoces bien que es lo que no funciona ¿por que empeñarse a seguir haciéndolo, una y otra vez?

Qizá tienes miedo que tus consejos funcionen si los sigues y termines por enamoarte perdidamente y entonces, si algo sale mal ¿a quién culparías?

No sé. Tal vez deberías seguir tus propios consejos y que sea lo que vaya a ser. No podría asegurarlo pero algo bueno puede resultar al final. Y si las cosas salen mal... ¡ah! Está bien, si las cosas salen mal ¡me puedes culpar a mi! ;)


¡Sonrie!

Jana dijo...

Nomas por pura curiosidad... cuales son tus consejos para esos viernes de malestar?? jejej ... todo consejo es bien recibido :D

saluditos!

Cazador de Tatuajes dijo...

Me siento un soberano idiota por no poder agregar nada a los cuatro que me preceden.

Solo puedo decir que me pasa lo mismo y supongo por las mismas razones, soy el "go to" person cuando se trata de asuntos del corazón (o la entrepierna)

Agrego que a pesar de que solo llevamos dos cortas reuniones ya eres de mis contertulias favoritas.

Anónimo dijo...

Asi es...lo malo es que nunca nos escuchamos a nosotros mismos (ni para el amor ni para otra cosa), si todo el mundo lo hicieramos, tendriamos la mitad menos de las broncas que siempre tenemos, porque muy en el fondo todos tenemos las respuestas correctas dentro...asi que...hay que empezar a practicar el arte de auto-escucharte :P

Por cierto...estoy MUY, pero MUY MUY orgulloso y contento por lo que hiciste el 23 de Junio...HABLA MUY BIEN DE TI COMO PERSONA!!

TQ!

MDFK!!

Invierno Funk dijo...

Y a ti te cuesta trabajo pedir y aceptar consejos???

[B] dijo...

Me identifique completamente con tu post. Mis amigos igual buscan mi consejo, siempre me han dicho que me buscan porque no les digo lo que quieren oir, sino las cosas como son.

E, igualmente, yo no aplico nada de lo que aconsejo.

Saludos.

Karla dijo...

yo opino queeee....
creo que los seres humanos jugamos a las máscaras, damos una apariencia de justo lo que no somos, pero cada quien sabemos lo que traemos colgando.
además cuando pedimos consejos de forma inconsciente es como trasladar la responsabilidad de nuestros actos a la consejera...bueno eso digo yo

besos desde este lado del planeta

www.paquitaesunadiosa.blogspot.com

Defeña Salerosa dijo...

Mala onda, a mí no me has pasado esos tips profanezcos pa oculatar la crudácea.

Sufro del mismo mal que tú profis, ¿será por eso q nos caemos tan retebien?

Felices jueves

Yo soy ella dijo...

Bah, para mi es taaaan feo que acudan a mí y yo haga todo un análisis de la situación y de los porqueses y casi casí les doy por escrito los pasos a seguir para el después... y digo que es feo por que cuando yo acudo a esa persona no hace más que asentir para luego verme de manera estúpida y decir..."pero si tú siempre tienes la respuesta, debes de saber que hacer".

ash, eso es realmente feo

[B] dijo...

Es cierto! El pueblo exige esas técnicas para las crudas del viernes!