viernes, agosto 29, 2008

De Chente, canciones y botellas

Las rancheras no son propiamente mi género musical predilecto. Me gusta, no lo niego, pero de eso a que no escuche otra cosa, hay bastante distancia. Aún así, cuando el Rufián me invitó a ver a Chente, no tuve reparo en aceptar con inmediata emoción y sonrisa de oreja a oreja. La verdad es que él es harina de otro costal, de esos personajes que bien podrían resultar emblemáticos de México, de quien no puede haber alguien que no se sepa al menos una canción interpretada por él. La verdad, al Rufián se le antojaba simpática mi enorme alegría por poder ir a ver al cantante.

Ahí estábamos pues, yo emocionada de verlo y él un tanto escéptico. Chente empezó a cantar sacando ya a la segunda canción uno de ésos éxitos que hacen que el auditorio vitoree la selección desde los primeros acordes. Yo cantaba a grito pelado y Rufián se volteaba a verme con cara de curiosidad. Conforme las canciones iban pasando, más gente coreaba y se quitaba alguna pose que de principio pudo tener. Eso sí, tanto Rufián como yo de repente volteábamos a vernos esperando que el otro sacara, casi por arte de magia, alguna espirituosa que hubiésemos metido de contrabando. “Hace falta un buen trago”, nos repetíamos cuando el cantante le daba sorbitos a las bebidas que durante todo el concierto le dispusieron con generosidad, sabiendo que no lo habría. Cuando Vicente se puso a fumar un cigarro, de plano deseamos más que nunca que no estuviésemos ahí, sino en una buena cantina.

“Mientras ustedes no dejen de aplaudir, este charro no deja de cantar”. Frase característica del Chente. Comprobé que fue cierto. Como es lógico, al inicio los aplausos son animosos, y el cantaba más y más; el público seguía el reconocimiento al tiempo que el repertorio seguía agotándose. Ya todos estábamos un tanto cansados después de más de 3 horas de evento. Supongo que él lo estaba más, pero ahí seguía: Se aventaba finales de canción a pura voz sin ayuda de micrófono y las vibraciones retumbaban por todo el recinto. Es impresionante la voz de este hombre.

Mi acompañante se reía seguido de las críticas que entre canciones hacía a los otros presentes. Un señor de plano se quedó dormido. No comprendía cómo pudo hacerlo entre la gritería y el vocerrón. Otra señora ya entrada en años salió al menos 2 veces a un paso más lento que nada. Decía que iba como en rápido y furioso. Rufián se apenaba de mis comentarios pero terminaba riéndose. Ayer desciframos el secreto de la anciana: seguramente salía por tragos entre canciones para regresar bien entonada y poder seguir la bohemia. Descubrimos que nosotros fuimos aquéllos a los que les faltó estrategia (Ya sabemos para la próxima).

Lamenté que el evento fuera en el Auditorio Nacional, no por otra cosa que el hecho de que uno no pueda consumir bebidas alcohólicas durante el evento. Faltaba de menos, sin duda, el típico vaso conciertero de papel donde cabe la caguama. Y es que, supongo que no sólo para mí, el Chente es uno de los más efectivos y constantes compañeros de cantina, de borrachera y desde luego, de desamor. A mi estrecho criterio, pocas son personas que no han cantado a grito desgarrado Por tu maldito amor o De qué manera te olvido casi enjugando la lágrima y dándole un contundente trago a la bebida alcohólica de preferencia después de una generosa bocanada de humo de cigarrillo; para luego llevarse la cara a la mano en señal de arrepentimiento por haber cometido un error de esos graves, o bien, por haber permitido que nos hicieran al antojo del que entonces llamamos cariñosamente “amor”, o quizá reprochándonos la ceguera que permitió que todo llegara a ese punto. Al menos en varios círculos Chente, en la bohemia, es de esos que se quedan casi hasta el final, por lo general, el preludio a José José (no le quitemos la corona al príncipe pues), quien ya marca el mero final (que puede durar horas,) de la borrachera.

Fue un muy buen concierto, uno de ésos a los que siempre quise ir y por alguna razón, no había podido. Me gustó ir con alguien que no es precisamente su fan, pero que se unió con gusto al sentimiento o a los recuerdos que me unen con Chente (para siempre). Lo mejor, será ir la próxima ocasión a un palenque, primero porque nunca he ido a alguno y muero de ganas de hacerlo; segundo, porque ahí puede llegar uno ya bien entonado y seguir la bebedera. Chente así sabe más.

Mil gracias, Solecito!

lunes, agosto 25, 2008

No ha habido grandes heridos

Martes, 7:30 P.M. en la oficina. Meditaba seguramente sobre lo harto estresada que me encuentro mi trabajo actualmente, pensaba en el coraje que hice en la mañana que me dejó hasta temblando; quizá repasaba en la mente que hace rato me dolía la cabeza y que alguien me trajo unas aspirinas, o puede que sólo me encontrara esperando la hora en que me dijeran que podía salir a la libertad. Sentí revuelto el estómago, no en aspecto metafórico, tenía verdaderamente ganas de vomitar. Me dirigí en dos saltos al baño. Regresé con los ojos llorosos a mi lugar. Respiré profundamente mil veces. En breves instantes estaba otra vez en el baño. Decidí retirarme sin preguntar.

Estaba dispuesta a ir a casa, pero el espasmo se hizo presente nuevamente. No iba a poder subirme un taxi y llegar al hogar sin provocar un desperfecto, así que pensé en ir a casa de Srita. P, que está muy cerca de mi oficina. El fuerte dolor hizo que se me salieran las lágrimas. La primera escala fue al baño nuevamente, después a su cama. Así fue intermitentemente por unas 3 horas más. Diagnóstico telefónico de 2 doctores: stress. Me quedé dormida y prolongué el letargo por el día siguiente, no fui a trabajar.

El jueves regresé a mis actividades cotidianas. Para ser francos, esperaba algún tipo de pregunta sobre mi estado de salud. En su lugar, sólo hubo silencio. Esperé pacientemente a que fuera hora de reunirme con mis amigos de Cantina de jueves.

Cené un caldo de pollo (por aquello del estómago). Me relajé mucho. Es increíble cómo personas a quienes no se tiene mucho tiempo de conocer, pueden hacer de una reunión común una verdadera delicia, dando como resultado que parte de la semana (claro, y del presupuesto) se planee en función a ésa reunión semanal. Recuerdo que Meche cenaba fabada, que Rafa tomaba agua y que Petronila, Rufián y yo criticábamos junto con Lilián a Hannia Novell y a otros presentes en la cantina. Después llegó un grupito fresa equipado con instrumentos musicales, dándole una cantina típicamente española, un aderezo fusión con sazón cubano.

Rafa amablemente se ofreció a llevarme a casa. Me subí del lado del copiloto. No podía abrochar el cinturón de seguridad, por lo que tuve que pedirle a Rafa que me ayudara. Llegando cierta calle, le pedí tomara la izquierda del camellón porque del otro lado había un alcoholímetro. Rafa me preguntó la razón por la que había que esquivarlo, si después de todo, él sólo había tomado agua durante la noche. Dije que me daba hueva que nos pararan. Después vi algo blanco de reojo, no distinguí qué fue.

Algo nos empujó, cerré los ojos y sólo sentí un gran mareo. Supongo que perdí consciencia por un momento. Cuando me reincorporé me dolía la cabeza y me daba vueltas. El vidrio estaba roto y una parte de la puerta, recargada en mi pierna. Una puberta beoda se pasó un alto y nos chocó. El golpe fue directo en el lugar en donde yo estaba. Nos preguntamos si estábamos bien, parecía que así era. Ya después llegó la policía, el seguro y las ambulancias. La otra conductora se dio a la fuga, aparentemente, entre el nervio y su borrachera había chocado adelante, pero se había arreglado con otros polis; intentaron encontrarla pero ya se había ido A mi me dolía horrible la cabeza y el codo, pero seguía caminando un lado a otro: quería saber qué había pasado con la infractora y asegurarme de que todos estábamos más o menos bien. Llegó el l&tae a ayudarnos, después apareció un taxista diciendo que había recogido las placas a petición de la joven que nos impactó. Al menos, ya teníamos una pista. Entramos al hospital a eso de las 5; batas con apertura por la espalda, exámenes, placas y medicinas después, habremos salido pasadas las 6.

No me pasó eso de ver tu vida en un segundo. Supongo que como no vi venir toda la situación, tampoco entendí bien de qué se trataba. Algunas consideraciones finales:

1.- Conocí más a mis amigos. Esto de verlos en bata de hospital y ver sus radiografías es algo que no pasa (afortunadamente) todos los días.

2.- Mi ángel de la guarda trabaja como esclavo y es bien rifado. Sólo tengo un moretón en la pierna, otro en el codo y un chichón en la cabeza. Ninguna fractura o fisura, mi memoria y reflejos están bien. Vamos, ni un solo rasguño o vidrio enterrado. La coordinación quedó tal y como estaba antes (la cosa es saber si entonces era buena o mala), pero no empeoró.

Bueno, ahora que lo pienso, horas después del suceso, estaba bastante contenta por estar vivos y bien… una ligera afectación de personalidad, pues pensaba que estaría quejándome del suceso por largo tiempo, y sólo estaba agradecida porque las cosas pudieron ser mil veces peores y no lo fueron. Será que Profana ahora se ha vuelto optimista y todo amor? Definitivamente no.

3.- Sigo sin entender por qué Lilián daba por respuesta “Argentina” a toda pregunta que se le hacía.

4.- En obvio de que supongo que terminé de romper el cristal de la ventana con mi cabeza, y – gracias a Dios y a la vida- sólo me salió un chichón y no un coágulo o traumatismo serio, he descubierto que soy una cabeza dura en más de un sentido. He corrido con mucha suerte, pensé y la doctora me lo confirmó.

5.- Mala hierba nunca muere.


La semana pasada no fue mi semana... o si?

Pd. Para otros datos o puntos de vista, consulte ésta crónica, ésta reseña, o la versión de Rafa.

lunes, agosto 18, 2008

Del chupe y la Lupe

Hace unos días fui al concierto de Lupita D’alessio. Conocedora como lo soy del ambiente de cantina y de las andanzas del desencanto amoroso, no tuve que pensar mucho para decidir que sí iría. Desde luego, el Auditorio estaba lleno de viejas y no tan viejas, todas unidas por un loable sentimiento: el rencor a alguno (o varios) que, en su momento, nos dejaron hechas añicos, reducidas a casi nada. Así, los ánimos iban en aumento, entre “Qué ganas de no verte nunca más” y “Lo siento mi amor”, las reacciones cobraban mayor intensidad; la leona dormida había despertado a las gatitas. Aquello era una cosa digna de gusto y yo, entre emocionada y divertida, cantaba también las cancioncillas.

Todo iba como se esperaba, hasta que en alguna de esas pausas que el intérprete toma para hacer algún comentario, pasó lo que nunca espere ver en un concierto de la D’alessio: en las pantallas empezaron a poner citas bíblicas y ella comenzó casi a predicar la palabra de Dios!!!

Me pregunté si por error no había caído a una de estas iglesias de “Pare de Sufrir” (por favor, léalo con acento brasileiro). Supe que mi sospecha era incorrecta gracias a que varias personas del público, ávidas de insultantes letras y no de sermones dominicales, empezaron a reclamar por el discursillo.Ellos querían oírla cantar. Lupe no tuvo más que retomar su actuación, pero antes de seguir con sus éxitos, primero cantó una canción dedicada a Dios.

Ello me llevó a pensar que Lupe era mil veces mejor cuando andaba en esto de la coca: Salía eufórica al ruedo, a matar. También me pregunté por qué el hecho de que ella se hubiese convertido de religión le hacía pensar que todos necesitábamos unirnos a su nuevo culto. Recuerdo que el Tío Bank cuando se cambió a la misma práctica religiosa obraba de manera parecida: Se pasaba los días hablando de las maravillas del Señor, traía la biblia para todos lados, misma que leía con harta frecuencia durante el día y aprendió a responder a casi cualquier cosa, relevante o no, con citas del mismo libro. Él también llegó a ese camino después de varios años de borrachales. Se me salió también una sonrisa a la lejana memoria de la cantante en el "Continental", donde llegaba ya suficientes alcoholes encima y aprovechaba el after hours para ponerse hasta la madre en más de un sentido. Lo cierto, es que tanto ella como mi tío, dejaron el alcohol y otros excesos.

Después del concierto me encontré con mis amigos para un convite etílico. El baile no se hizo esperar después de unas horas más de consumir espirituosas. La reunión acabó ya en la madrugada.

Días más tarde, meditando sobre aquél sábado, una de las pláticas que sostenía me llevó a recordar el famoso pasaje bíblico de las Bodas de Caná. Como ya todos sabrán, en resumidas cuentas, Jesús y su madre asistieron a una boda. Un rato después de que la fiesta había empezado, como era de esperarse, el alcohol escaseó. Alguien, ante tal situación, le comentó (supongo yo, un tanto alarmado) a María que el chupe ya se había acabado. Ella, entonces, intercede por los anfitriones e invitados ante Jesús, suplicando que haga algo al respecto. Jesús accede a la petición y hace el milagro de transformar 6 garrafas de agua en vino.

Lo anterior, me lleva a concluir que aquéllos que han dicho que han encontrado al Señor y que por ello se han vuelto abstemios, en realidad, no conocen la biblia y que ésta no se transmite por ósmosis (por aquello de que cargan a todos lados con ella). En efecto, tal como se puede deducir de tan ilustrativo pasaje, Jesús desde luego que iba a lugares donde se servía alcohol. Aún más, resulta evidente que la comitiva invitada ya tenía un buen rato tomando, pues si no hubiese sido así, el alcohol nunca se hubiera acabado. Después encontramos algo harto interesante: La denuncia de la falta de vinito para seguir el reventón. Éste, según yo, es el primer antecedente que existe de la famosa vaquita, o cooperacha para el cartón (no mames, los del discovery deberían hacer un estudio al respecto); porque según puede imaginarse, dicha situación no le fue contada a María para que ayudase a correr a la gente que seguía en la boda, sino precisamente, para encontrar la mejor manera de seguir la fiesta como Dios manda, léase, con más alcohol.

Prosigamos, pues, con el estudio; hasta ahí, todo podría indicar que Jesús se encontraba en una boda tal y como las que a la fecha, se siguen celebrando. Volviendo al tema, María entonces va con su hijo y le dice que el vino se ha terminado. Jesús se pone un tanto quisquilloso, pero lejos de decir "No, madre, que ya no tomen, ya todos están muy pasados de copas" ó "Diles que mejor se la sigan con refresco y agua, beber de más no es bueno", termina diciendole a los sirvientes de la digna casa que ofrecía el banquete que junten tinajas de agua, según esto, se pusieron 6 de aproximadamente cien litros cada una; y según, cuando las probaron, el agua ya no era otra cosa que vino. Nuevamente me (y les) pregunto: Acaso no se había dado cuenta Jesús de que la banda ya estaba ebria? Creo que la respuesta tendría que ser afirmativa. Entonces, si Jesús hubiese considerado que el exceso de alcohol es malo, ¿Habría entonces hecho el milagro de sacar para la banda (que ya andaba borrachina) otros 600 litros de vino? Desde luego que la respuesta sería no.

Por tal motivo, creo que es un error satanizar al alcohol per se, y en las cantidades que sean. El propio Hijo del Señor fue cómplice comprensivo de aquélla bolita de beodos que se encontraba en la boda, y el terminó poniendo más vino para la peda. Por tanto, no hay justificación para decir que ponerse borracho está mal. Quien lo dude, puede leer la biblia y darse cuenta de ello.

Quizá sería buena idea que Lupe pusiera citas bíblicas del estilo "Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya todos están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora" en sus conciertos. Pocos se quejarían, si no es que nadie.

Salud, pues!

lunes, agosto 11, 2008

Hasta pronto sí se escribe con hache.

Siempre, hasta el día de hoy, me he negado a pedir la visa gringa. No me parece gracioso tener que pagar (el minuto por llamada telefónica) para hacer una cita, ni irme a un banco a pagar el derecho a una cita para ver a un funcionario público al que le de uno casi acceso sin restricciones a su vida, para después pasar con un cónsul, que dependiendo de su estado de humor ó si su café matutino estaba bueno o no, decide a su más arbitraria facultad darte el pase de bienvenida al gabacho ó mandarte a sentarte a la banca por un tiempo más.

Mi aberración ante tal cosa no ha cambiado ni disminuido en lo más mínimo. Sin embargo, ahora tendré que someterme a todo ese teatro.

Hay gente a la que uno conoce ya por tiempo considerable, sin que ello tenga mayor repercusión en la vida. Por otro lado, existe aquélla cuya presencia (y por ende, su ausencia) adquiere un significado especial, a pesar del poco tiempo que pueda tener en nuestras actividades o en nuestro día a día.

Por otro lado, aunado al hecho de que el autor dejará vacía por un tiempo su silla en la cantina de costumbre, también ha decidido también dejarnos sin los desvaríos de Lear. Concuerdo con él en que su blog es uno de mis preferidos. Como ya lo había mencionado en algún otro post, todos los miércoles le buscaba desde temprana hora para conocer la nueva ocurrencia. Sus razones las ha expuesto y, a pesar de varias súplicas para que no desaparezca de la blogósfera, parece que nada le hará cambiar de decisión.

Por los amigos uno puede hacer muchas cosas que normalmente no haría. Ahora tendré que ir a poner cara de circunstancia a la embajada. La visita a la que ahora será su residencia será obligada y, desde luego, también será un gusto. Paradójicamente también, justo cuando ha decidido dejar de hacer sus escritos públicos, se verá obligado a escribir más, en obvio de que el mail ahora será la forma más fácil de saber de su vida (no te hagas el desentendido, eh!). Las chelas y demás espirituosas, se irán acumulando para cuando tenga la gentileza y oportunidad de visitarnos. Espero también no olvide una de sus promesas, de otra manera, me dejaría sin el artículo que usaría en lo sucesivo para asistir a cualquier entrevista de trabajo. También tendrá que llevarme al bar que él y Solecito me prometieron presentarme. Más le vale no perderse, hay varios pendientes en la agenda y, al igual que él, también pienso que eso es bueno.

Soy terrible para las despedidas, no me gustan. Como él bien dice: Hay cosas que uno no debe tolerar, entre ellas, el olvido. Así que no daré motivos para que semejante cosa ocurra. Lo bueno, es que (aunque parezca lo contario,) esta no es una despedida, ni una invitación con visa al recuerdo únicamente. También hay gente que espero permanezca en mi vida.


Con todo cariño,

Al autor, éxito y Hasta pronto.

A Lear, El Rey no ha muerto, Viva el Rey!

lunes, agosto 04, 2008

de karmas, amores y amigos.

A ellos tengo ya de conocerlos casi 7 años. En realidad, eran los amigos de un ex novio. Sé que hicieron migas conmigo lo más posible, en gran parte, porque la ex de mi novio nunca fue de su agrado (ni ellos del de ella). Supongo que creyeron que estrechar vínculos minimizaría potenciales riesgos de regresar a esa relación.

Como hicimos buen equipo, pasaba mucho tiempo con ellos. Generalmente los viernes se armaba la reunioncita después del trabajo en casa de alguno, se abrían las botellas y se podía pasar todo el tiempo del mundo entre videojuegos, karaoke, o simple y sencillamente, música y plática. Los sábados solíamos agarrar un plan para andar por la ciudad o salir de ella en la mañana y volver ya entrada la noche. Los domingos eran de carne asada y hamburguesas, casi siempre acompañados por una película mientras todos nos echábamos en donde hubiese acomodo y vegetábamos por el resto de la tarde. Tampoco sobra decir que Profanita solía ser la única novia de la bandita invitada a las borracheras de sólo niños (incluido mi entonces wey) y que, casi siempre era la única niña entre todos ellos, salvo evento al que el grupo acordaba que cada integrante fuese acompañado por su novia.

Así fue casi cuatro años, hasta que un día lo inevitable pasó. Decidí cortar con mi novio, pues ya no estábamos bien. La ruptura no fue en los mejores términos, por lo que no quise saber de él nuevamente en un buen rato. Aunque sus amigos me seguían cayendo bien, pues fueron totalmente ajenos a los pleitos entre él y yo, preferí también dejar de verlos. En realidad me agradaban, pero sabía que la proximidad con ellos implicaba, a su vez, no poner tierra de por medio con mi ahora ex.

Dos años después me encontré a uno de ellos. Me invitó a comer un día. Aunque no del todo convencida, acepté la invitación la cual quedó arreglada con fecha, lugar y hora en ese momento. Para mi sorpresa, llegó toda la bandita uno a uno (claro, sin mi ex). Creo que todos estábamos contentos de vernos. Al final de cuentas, cuatro años conviviendo religiosamente con la misma persona crea memorias, anécdotas y afectos. Me la pasé increíble esa tarde.

Como de educados suele ser, cuando estábamos por terminar la velada, la sugerencia de vernos de nuevo no se hizo esperar. En realidad tenía ganas de convivir con la banda nuevamente. Así que, corriendo el riesgo de que se ofendieran o lo tomaran a mal, fui muy honesta: Aceptaría gustosa verlos nuevamente, siempre que ello no incluyera encuentro alguno con mi ex. Para sorpresa mía, entendieron la situación y aceptaron mis términos.

Desde ese día, nos vemos con bastante frecuencia. Una vez a la semana, al menos. No han intentado llevar a mi ex, e incluso, alguna vez que cayó por casualidad al lugar de reunión, tuvieron la amabilidad de avisarme antes que yo llegara, que él se encontraba ahí; por lo que les dijera dónde iba a estar, y ellos, después de aplicar el “ya nos íbamos”, se reunirían conmigo. Así fue. Prefirieron “abrir” al amigo y pasar el resto de la tarde conmigo.

Debo admitir que la situación me tiene contenta. Después de algunos días, tuve una epifanía. Creo que tengo un karma que no había detectado: en mis relaciones amorosas, quien suele quererme más, no es mi novio/free/pareja, sino sus amigos (y en ocasiones, hasta su familia). Pasó con este ex y sus amigos. Desde luego, como todos ya sabrán, también pasó con D, quien terminó considerándome su "amiga" y cuyos amigos ahora son míos también.

Nunca he sido una niña posesiva, de pose, arrogante, caprichosa, aprehensiva o “panchera” con mis parejas. Todo lo contrario, intento siempre tener los menores problemas posibles, trato de llevarme bien con la gente que rodea a mis novios y suelo ser lo más light (o lo menos intensa) posible. Claro, que hasta ahora me doy cuenta que eso, a la larga, no trae muy buenos resultados con los ligues. Pasa una de dos: o terminas siendo la mejor amiga de los niños con los que sales (mereciendo ahora tú el lugar de pretensa) o bien, terminas convirtiéndote la mejor amiga de los amigos de tu amorcito (en este caso, tu novio siempre terminará siendo tu ex).

Me pregunto qué es mejor: Ser la nena linda, buena onda, comprensiva y cero pedos destinada a ser la mejor amiga; ó ser la nena arpía, maníaca posesiva, psicópata a las que a pesar del eterno odio de sus amigos, siempre gana la eterna devoción del novio? (he ahí el dilema, dirían por ahí).

No podría asegurar que ser el segundo cliché hubiese podido garantizar un amor que a la fecha durara. Tampoco podría afirmar lo contrario. También he aprendido por experiencia que una vez que tu ligue te llama "amiga", todo ha valido madres y no habrá vuelta atrás; jamás volverás a ser la niña con la que quisiera "andar". Lo que hoy puedo decir con gusto, es que ser como he sido, me ha traído buenos nuevos y viejos amigos. No está mal.